La cantante Maika Makovski, fotografiada ayer en los aledaños de Cala Murada, Manacor.

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Acude a la entrevista en el bar de Cala Murada acompañada de Keko, un cruce de labrador y perro de caza de siete años. La cantautora e intérprete Maika Makovski (Palma, 1983) está en proceso de encontrarse a sí misma. Con la música como eje primordial, se siente como en un fotograma pausado de Matrix. La artista, considerada una musa del underground, actúa este sábado, a las 22.00, en Es Gremi, como aperitivo del Solar Fest.

—¿Por qué recurre al micromecenazgo para publicar un vinilo en directo?

—Es una manera de premiar la fidelidad del público que ya tiene fe en lo que va a salir sin haberlo escuchado siquiera.

—Personalizará y dedicará 250 portadas de vinilos para los mecenas. ¿La proximidad es fundamental?

—Estamos en un mundo en que todo es gráfico, voraz. Y creo que recibir algo tangible y con un sentimiento detrás humaniza. Ahora, no creo que podamos derrocar el ciclo de disco por año para generar noticia y seguir haciendo gira. Eso es aburridísimo pero es lo que hay.

—Publicará nuevo material en 2015. ¿Cómo será?

—Quiero que suene a puente entre pasado y presente.

—La han descrito como musa del underground.

—No sé a quién inspiro y tampoco entiendo muy bien eso del underground.

—¿Qué es el underground para usted?

— Supongo que le llaman underground a toda esa música que no está sonando ahora mismo en el chiringuito de la playa [suena Ella me pone, de Fraag Malas].

—Su último LP, ‘Thank you for the boots’ (2012), está dedicado a una amiga de su adolescencia. ¿Por qué ha tardado tanto en agradecerle aquellas botas que le regaló?

— Las cosas ocurren cuando ocurren. Recuerdo escribirlo con mucha agilidad, llevábamos tres años de gira, tres discos seguidos. Lo escribí con ganas de ofrecer una experiencia un poco más ligera.

—¿A qué se debe?

—Me lo pedía el cuerpo. Creo que la música no tiene que estar relegada a un sentimiento. La vida tiene momentos para todo y la música también debería.

—¿En qué momento está su música?

—Como la vida de Maika, encontrándose.

—Nunca es tarde.

— No, sobre todo porque cambiamos. Creo que cambiar la piel es lo ideal.

—¿A usted le ha cambiado?

—Estoy en ello. Siento como que estoy en un fotograma pausado de Matrix, en el aire, con todas las balas alrededor mío. Estoy hablando de encontrar una dirección para el futuro inmediato.

—¿Por qué cuesta tanto?

—Porque no quieres ofrecer cualquier cosa. Woody Allen decía que un artista se equivoca.

—¿Se ha equivocado Maika?

—Sí, muchas veces. Cada vez que escucho un disco mío querría reabrirlo y grabarlo otra vez.

—Actuó por primera vez en el Bluesville, con 18 años. Aquel local bajó la persiana a principio de año y recientemente ha cerrado Cultura Club. ¿Qué opina?

—Estamos muy ‘azulones’, creo que cada vez que cierra un local muere un millón de almas. Me parece lamentable que no ayuden un poco a que haya una escena. Si no se fomenta la cultura, la escena desaparece.