José María Sanz, Loquillo, en una imagen promocional.

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A los 16 años, su padre le dijo que no se metiera en política. Entonces él decidió meterse en el rock. «Tenía dos opciones. Ser jugador de baloncesto y ganar la medalla de plata en Los Ángeles o grabar los mejores discos de rock and roll que se han hecho en este país. Decidí lo segundo», aclara desde el otro lado de la vía telefónica Loquillo (Barcelona, 1960), quien seguro que mantiene el tupé cano tan erguido como la barbilla fuera de la tarima. Una estrella del rock que lucha «constantemente en defensa del oficio, de la integridad y la profesionalidad de la gente que se sube al escenario», asevera el cantante, que descargará los temas de El creyente el 19 de julio, a las 22.00, en el Cuartel General Luque de Inca.

Sus respuestas son a modo de disparos a ráfagas contra todo aquel que menosprecie la música patria. Un tipo robusto que ya lo manifiesta en uno de sus himnos, Feo, fuerte y formal: «Para qué discutir si puedes pelear». Él se foguea desde una trinchera en forma de trono.

Compartió la gira Uno de los nuestros (2013) con Ariel Rot y Leiva, este último fue telonero de los Rolling Stones el pasado mes de junio en el Bernabéu y recibió abucheos por parte de un sector del público. «Lo primero que hay que tener es respeto a los grupos españoles. En España somos muy cainitas, nos gusta señalar con el dedo».
En la canción Memoria de jóvenes airados, Loquillo hace un paralelismo con los directores del Free cinema británico, generación de jóvenes que irrumpió tras la Segunda Guerra Mundial. Y él, como los Who, está orgulloso de su generación. «Afortunadamente nos importaba una mierda la política y lo único que queríamos hacer era vivir, fuimos la primera generación en poder hacer canciones de rock sin censura. La vida me ha enseñado a ser un francotirador. Y a hacer guerra de guerrillas».

Palabra de Loquillo, un tipo que a los 16 años tenía dos opciones: ser jugador de baloncesto y ganar la medalla de plata en Los Ángeles o grabar los mejores discos de rock and roll que se han hecho en este país. Eligió lo segundo. Y todavía continúa en el pedestal del rock estatal subido, dormido y borracho, en su Cadillac Solitario desde la ladera del Tibidabo.