TW
0

El objetivo de la cámara de Elger Esser, una suerte de romántico viajero del siglo XXI, persigue espacios cercados por masas acuáticas. Un políptico integrado por 10.000 minúsculas fotografías, que rinde tributo a la ola de Courbet, recibe al espectador en la Planta Noble del Casal Solleric, espacio que acoge hoy la inauguración de Nimfees i Ondines , en colaboración con la galería Kewenig, a las 20.00 horas.

Esta representa la primera exposición institucional de Esser, el integrante más joven de la escuela de Düsseldorf, en España. «Es una pequeña fortuna que mi trabajo se explique solo», razona Esser, natural de Stuttgart, 1967. «En mi obra no hay nostalgia de la pintura, la relación con la fotografía es histórica. Desde el siglo XIX se debatía sobre si la fotografía reemplaza la pintura», apostilla alguien que considera que es «muy difícil hablar de romanticismo en mi trabajo».

Nimfees i Ondines engloba jardines a la luz del día y nocturnos, que evocan la serenidad del paisaje simbolista, un recorrido desde las composiciones con agua hasta la frondosidad de la naturaleza.

Por otra parte, la Zona Base es territorio de Guillermo Mora y Nunca casi nunca a veces siempre , una muestra fluorescente, comisariada por Fernando Gómez de la Cuesta, a través de la cual el artista busca provocar la duda del visitante sobre lo que es la realidad, el espacio y el tiempo. «Queríamos desprendernos de ese digitalismo que nos ha caído encima y volver a la escultura, a la pintura, a lo material», afirma Gómez de la Cuesta.