La galería Vanrell participa en el ArtPalma Brunch. | P. Pellicer

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Un ArtPalma Brunch todavía en «construcción» puso los cimientos ayer de la décima edición de un acontecimiento en el que parece que primó el ‘Brunch’ antes que el Art. Hubo gente que no se inmutó ante el contenido de las galerías; en función de la oferta gastronómica se animaba a entrar o se abstenía. Aún así, fue un «éxito» según la organización.

Las inauguraciones, exiguas, implican un grado de mayor atención por parte del espectador. Lo demostró Xavier Fiol, al frente de la galería que lleva su nombre, apostando por la puesta de largo de The last dance, de Concha Vidal, con performance incluida, que atrajo a un número considerable de público. «Quería rescatar el momento tan intenso de una tragedia, la resistencia a perder a otra persona», apostilló la artista.

Este maridaje entre arte contemporáneo y gastronomía, con 17 exposiciones en 16 espacios, está «consolidado», expresó el alcalde de Palma, Mateo Isern, que subrayó la colaboración del Ajuntament con la iniciativa privada antes de brindar en el Casal Solleric, que albergaba las esculturas de José Bechara, Ultramar en acero con cinco cabezas. El presidente de la asociación de galeristas ArtPalma, Xavier Fiol, hizo una apreciación sobre esta iniciativa que culminó pasadas las 14.30, y que cuenta con el doble de subvenciones que el año anterior. «Todo es mejorable. Creo que es importante que haya más inauguraciones, aunque combinar agendas es muy complicado», justificó tras aparcar la guitarra que empuñó en la performance de Concha Vidal. «Como proyecto cultural mantenido durante diez años es meritorio», aseveró.

La Fran Reus estaba gobernada por la poesía. La artista Esperança Lliteres, con Versiones, plasmaba retazos de obras de Benedetti o Dickinson acompañadas de ilustraciones. Otra iniciativa que tuvo gran acogida fue la presentación de la revista VB#1 Invisible Bath en la galería Kewenig, ante decenas de personas.