‘Nancy’, de Calder, custodia la entrada a s’Hort del Rei desde la Plaça de la Reina. Esta destacada pieza cuenta ahora con nuevos añadidos: grafitis fruto de actos vandálicos.

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Un recorrido por la Palma más turística, la que se proyecta al mundo a través de millones de visitantes al año, y también la patrimonial y artística, la que aspira a un sello de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, confirma el abandono en que se halla de su parque escultórico, un conjunto levantado con importantes firmas internacionales como Calder, Aligi Sassu, Mompó, Vostell, Caro, Oppenheim, Le Parc o Miró, por citar sólo a algunos, y un gran número de artistas de las Islas. El responsable de preservar y velar por su conservación es el Ajuntament de Palma, una gestión que asume la Fundació Palma Espais d’Art, que dirige Pilar Ribal.

Nos acercamos a algunos de los puntos más visitados y la imagen no puede ser más significativa. Las esculturas han sufrido robos de placas, pintadas y otros actos vandálicos. Nancy (1972), de Calder, nos recibe en s’Hort del Rei, junto a Joan Miró. La pieza de hierro, una donación que llegó a Cort en 1973 por mediación del propio Miró, presenta varias pintadas en toda su estructura desde hace semanas. Mismo caso, a escasos metros, en Es Foner, de Lorenzo Rosselló. Esta vez en la placa que acompaña a la obra.

Las tres grandes esculturas que abren el Parc de la Mar no se libran y hoy es imposible conocer quién son sus autores, sus títulos o el año en que se ejecutaron. La razón es porque una buena parte de las esculturas de Ciutat se acompañan de un soporte -una escultura de hierro del artista Pep Canyelles- que sustenta la placa informativa. La mitad están chafadas o, directamente, han desaparecido. Es el caso del ‘casco de rugby’ de Ben Jakober, titulado BC 2001; también de Germinacions, de Amador, o Autorretrato, de Kcho. A ninguna, por cierto, le falta graffiti.

La situación no cambia aunque el recorrido sea alternativo, y los casos de dejadez se repiten también en Passeig Sagrera, Sa Faixina, la plaça Porta Santa Catalina o el Passeig Mallorca, donde la naturaleza ha seguido su curso y cubre, por ejemplo, la cabeza del Ciclista, de Aligi Sassu, que tampoco dispone de identificación, o la parte de Nike, de Vostell. Junto a Es Baluard, el visitante se pierde, entre obras ‘sin autor’: Decive to Root out Evil, de Oppenheim; Palma Steps, de Anthony Caro, o Contrafort, de Joan Costa, no cuentan con carta de presentación.

Más allá de la imagen negativa que se ofrece en Palma respecto al tratamiento de la cultura y el patrimonio, esta situación supone una falta de respeto a los artistas y a los ciudadanos. La Fundació Palma Espais d’Art ha hecho hasta hace unos años un seguimiento del estado del parque escultórico, renovando placas, repintando piezas que han perdido color e informando a la brigada de intervención rápida cuando era necesario. Desde hace un tiempo, esta tarea ha sido abandonada.