Carlos Prieto, mientras pintaba el cuadro 'Aída'.

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Hay acontecimientos en la vida de una persona que marcan un antes y un después. En el caso del artista Carlos Prieto hay uno que tiene nombre, Aída , pero no es sólo el de una expareja, sino también el del cuadro de ocho metros de largo por 2,70 de alto que ha pintado en los últimos meses, «más de 200 noches de soledad» que presentará este viernes, a partir de las 19.30, en las bodegas Macià Batle de Santa Maria (Camí de Coanegra, s/n).

«Este proyecto lo empecé con una mujer», recuerda Prieto, «ella se fue y he pintado mientras arrastraba ese romance hasta que terminé el cuadro y pude quitarme de encima el dolor y el amor que pude profesar por ella, sentimientos que he canalizado en el lienzo».

La escena de Aída consiste en un burdel ambientado en el siglo XIX dentro de una imagen anacrónica de un palacio greco-romano «en el que se han recluido, sin querer, muchas almas perdidas que sufren y que se unen, porque, momentáneamente, pueden ser felices y olvidar sus penurias».

El proceso de pintar más de 20 metros cuadrados ha conllevado «muchas contradicciones», reconoce el artista, quien destaca que «hubo un momento en que casi tiro la toalla», pero encontró apoyo en el pianista Biel Durán, quien compuso su propia Aída .

El músico, que tocará la pieza el viernes, desvela que «no me inspiró el cuadro en sí, sino ver que alguien pinta como antiguamente se hacía, con la esencia del pintar bien». Para Carlos Prieto el cuadro «va dedicado a los escépticos, porque estoy acostumbrado a oír que sólo sé pintar de cintura para arriba en una barra de bar», pero, también, «es un reclamo para las nuevas generaciones, para demostrar a la sociedad mallorquina que no tenemos que tener más de 50 años para hacer cosas grandes».