El maestro Zubin Mehta, sentado en una butaca de la terraza del hotel Barceló Formentor.

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Traslada sus dotes directivos a su ponencia en el hotel Formentor. El maestro Zubin Mehta (Bombay, 1936) domina las respuestas tanto como la batuta que ayer por la tarde comandó ante la Orchestra Maggio Musicale Fiorentino, en los jardines del recinto, con motivo de la primera edición del festival Formentor Sunset Classics.

Su padre, Mehli, fundó la Orquesta Sinfónica de Bombay en 1935, que desapareció durante décadas hasta que resucitara hace apenas siete años. El riesgo de extinción que corre la Simfònica de Balears es para Zubin Mehta un «gran pecado» que atribuye a la falta de consciencia de las autoridades. «España e Italia tienen un gran pasado y un gran presente, pero ambas están en una situación terrible. Sus dos gobiernos no consideran importante esta herencia cultural que se ha mantenido durante quinientos años. Los presupuestos culturales son una fracción ínfima y aún así los recortan», afirma tajante.

Con la decisión de dirigir a la Orquesta del Estado Bávaro en Cachemira, el pasado 7 de septiembre, evidenció la trascendencia de la música. «No se debe subestimar su poder para unir a la gente. Lo que sucedió en aquel concierto es que durante una hora y media musulmanes e hindúes se sentaron juntos para escuchar a Beethoven y a Haydn», relata. Aunque él no es un activista pese a su compromiso social: «Soy un músico».

Junto a la Orchestra Maggio Musicale Fiorentino, ayer, interpretó sinfonías de Beethoven, a escasos metros del mar, un hecho que le recordaba a cuando estuvo en Río de Janeiro, en la playa de Copacabana donde, comentaba Mehta de manera jocosa, «me costaba concentrarme porque estaba mirando los biquinis de las asistentes. El Papa ha estado recientemente y no sé dónde miraba, a él le recibieron tres millones de personas, a mí doscientas mil».