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Sobre el caballete, el experto en criminalística documental José Venzal analiza varias inscripciones del reverso de un lienzo que hace sólo unos días ha identificado como obra de Turner. Hace año y medio avalaba la autoría de otro óleo del mismo artista. En esta ocasión, el propietario exige discreción. En los últimos tiempos, el trabajo de autenticación de obras de arte se ha disparado en su laboratorio. Responsabiliza a la crisis, al interés de muchos mecenas o propietarios de tocar a la puerta de las casas de subastas con un argumento científico, basado en pruebas periciales, que avale lo que tienen entre manos.

Por su estudio, han pasado ya verdaderos Renoir, Dalí, Picasso o Tolousse Lautrec. Sin embargo, «el 65 % de las obras que llegan son falsas o no corresponden al autor al que se les atribuye». Venzal defiende las pruebas técnico-científicas como las únicas que «demuestran la autenticidad y la autoría de una obra, una vez fallecido su creador». No por ello, desprecia la formación y los conocimientos de aquellos especialistas en un determinado artista, «su opinión es importante y se les debe consultar», aconseja, pero «no es la más determinante». Al igual que «ninguna de las pruebas por sí mismas». El proceso de autenticación, según expone Venzal, arranca con un estudio de la realidad físico-química del documento que permite, a través de diferentes análisis, conocer los pigmentos y materiales para poder datarla, ver qué existe tras la primera capa, analizar los estratos, las modificaciones o añadidos posteriores. Esta primera fase marca la continuidad o no de la investigación. Si hay evidencias, prosigue con el estudio de la documentación y la procedencia, la grafotécnica y la investigación estilística de la pieza. Al final, los certificados que se emiten «son informes periciales que pueden ser utilizados como pruebas ante un juez». Por ello, aunque reticentes a facilitarles las cosas, «las casas de subastas internacionales empiezan a respetarnos seriamente. Actuamos con pruebas».

Venza sostiene que «los científicos somos una piedra en el zapato de las casas de subastas. El 95 % de las obras que nos llegan son de propietarios que han llamado a una casa de subastas, les han hecho enviar una foto de la obra y luego les han comunicado que, según las opiniones de los especialistas, no corresponde al autor que dicen», cuenta. Pero la tendencia está cambiando. «Hay muchos catálogos razonados que se están revisando porque no todo es auténtico y muchas fundaciones quieren iniciar colaboraciones para autentificar sus colecciones». ¿Por qué? Porque la verdad, cree, está más cerca del estudio científico.