El pianista cubano Bebo Valdés, durante una actuación en Palma. | Redacción Cultura

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El pianista cubano Bebo Valdés falleció, ayer en Suecia, a los 94 años de edad tras pasar sus últimos años de vida en Benalmádena sufriendo alzheimer.

A los siete años Bebo Valdés empezó a coquetear con el piano. Su vocación le llevó a estudiar en el conservatorio de La Habana al alcanzar la mayoría de edad. En 1948 su viaje a Haití supuso el trampolín idóneo de su carrera. Ingresó en el legendario club Tropicana hasta 1957 como pianista y arreglista residente de la orquesta Armando Romeu.

Precursor de los ritmos de jazz afrocubanos, Valdés, después de la Revolución Cubana, en 1960, emprendió un exilio del que ya nunca regresaría. Pasó de forma fugaz por México y Estados Unidos además de una gira por Europa hasta establecerse, durante 30 años, en Estocolmo. Prácticamente sumido en un asombroso anonimato, seguía componiendo y tocando el piano en bares de hoteles.

Medio retirado, en el transcurso del alzheimer, el médico le dijo que ya no volvería a tocar el piano. Él le contestó: «Unicamente muerto». En 1994, con 76 años, volvió a grabar y firmó Bebo rides again. Más tarde entablaría una relación con Fernando Trueba e inició una colaboración en películas como Calle 54 o El milagro de Candeal. A continuación publicaría El arte del sabor (2001), Lágrimas negras, junto a Diego el Cigala y Bebo de Cuba (2005).
Bebo Valdés visitó la Isla en varias ocasiones. En 2003 Trueba filmó su concierto junto a el Cigala en Costa Nord.

Un año más tarde actuó en el festival de Lloseta y en 2005 encabezó el quinto aniversario del Auditori d’Alcúdia. Su última visita data de 2008, junto a su hijo Chucho, que agotaron entradas en el Auditòrium de Palma dentro del festival Jazz Voyeur.