El solista y compositor británico Kevin Ayers, en una imagen de archivo tomada en Mallorca en el año 2006, cuando actuó en Palma y Alcúdia respectivamente. | M. À. Cañellas

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El solista y compositor británico Kevin Ayers falleció ayer mientras dormía, a los 68 años, en su domicilio de Montolieu, Francia. Las causas del fallecimiento aún se desconocen. Ayers pasó largas temporadas en Mallorca.
El músico Tomàs Graves recuerda a Ayers como «un crooner decadente». Kevin Ayers visitó por primera vez Mallorca a los 19 años. Desde entonces, siempre supo que ésta era su isla.
El que fuera fundador de Soft Machine en 1966, junto a Robert Wyatt y Daevid Allen, residió en Deià durante un largo periodo de su vida. Se convirtió en su refugio creativo. «Era un tío muy tímido, un barítono que no tenía nada que ver con las estrellas del rock».
Cuando la formación de rock psicodélico tanteó convertirse al jazz, Ayers huyó. «Dejó el grupo y empezó a tocar solo a finales de los 60», explica Graves, que resalta su habilidad para fichar compañeros de viaje. «Tenía muy buen ojo, escogió a Mike Oldfield y Ollie Halsall. Con este último estuvo viviendo en Deià. «Halsall era uno de los guitarristas más respetados en Gran Bretaña, aunque no ha llegado a ser muy reconocido», dice Tomas Graves, quien explica que «Ayers pasó una mala etapa de su vida y fue muy difícil sacarle a flote. Ollie se marchó a Madrid para incorporarse a Radiofutura».
Tras su fuga de Soft Machine y su exilio a Francia en los 90, Kevin Ayers volvió a actuar a Mallorca en 2006, en el Teatre Xesc Forteza y en el Auditori de Alcúdia.
En su amplia trayectoria músicos como Brian Eno, Syd Barret, Elton John o Nico colaboraron en la grabación de algunos de sus discos. Kevin Ayers «no se sentía identificado con el papel de súper estrella, tenía un acento muy correcto, muy conservador, era como un dandy colonial. Las mujeres estaban locas por él, era un trotamundos que no se dejaba atar. Una persona tímida y entrañable», relata Graves. «Nunca interpretaba sus canciones, buscaba un repertorio ajeno», matiza.
El compositor Joan Bibiloni, que también se cruzó en la carrera de Ayers, lo recuerda como a alguien «único» y quien mejor lo define, según Bibiloni, «es su propia obra».