El gerente de la Simfònica, Marcelino Minaya, y el actual director, Salvador Brotons, ayer durante la comparecencia. | Teresa Ayuga

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La alta calefacción en la sala de prensa de la Conselleria de Cultura no consiguió fundir el bloque de hielo que distancia las posturas entre el gerente de la Orquestra Simfònica, Marcelino Minaya, y el aún director titular, Salvador Brotons. La rueda de prensa convocada para presentar el concierto que la orquesta ofreció anoche en el Teatre Principal sólo sirvió para que uno y otro mostraran sus cartas: Brotons, «decepcionado» por los modos de su sustitución, y Minaya, seguro del nuevo proyecto, del «aire fresco» que aportará Josep Vicent a «una orquesta que olía ya a naftalina».

No faltaron réplicas y contrarréplicas, ni gestos, ni muecas por parte de Salvador Brotons que decían más que sus palabras. Pero no por ello fue menos claro al hablar. «Me comunicaron que me iba el 4 de enero por teléfono. Pensaba que la decisión no era por una cuestión artística. Pensaba continuar. El problema era económico. Si este cambio va a ser mejor para la economía de la orquesta, doy un paso atrás». El maestro reconoció ayer otras cosas: «Me bajé el sueldo porque pensaba que lo más importante era la continuidad artística de la orquesta, no quería que pensaran que estaba aquí por dinero». «Hubiera aceptado cobrar lo que cobrará el próximo director. Nunca me lo propusieron» o «nunca me he negado a desarrollar nuevos proyectos». Por todo ello, Salvador Brotons lamentó: «Jamás imaginé este final tan repentino».

Fechas

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El gerente de la Simfònica quiso también explicar cómo se han desarrollado los acontecimientos. «Le pedimos que viniera. Se le reservó un billete pero no pudo venir por motivos de agenda».

¿Cuándo se decidió ese cambio? «A finales de diciembre», pero «en julio o agosto, Vicent ya presentó ofertas, igual que otros candidatos», aseguró Minaya, quien detalló que urgía comunicarle la decisión a Brotons porque había que empezar a trabajar y «hubiera sido una falta de respeto hacerlo a sus espaldas. No podíamos empezar a montar la próxima temporada en julio [cuando empieza el contrato de Vicent]». Reconoció también que no comparte con Brotons «el mismo concepto de lo que es la dirección titular. Eso no quiere decir que sea mal director ni que mi gerencia quede en entredicho». Minaya habló de un rumbo nuevo, de una orquesta «acorde a los nuevos tiempos, dejando el sinfonismo más clásico». Brotons no disimulaba su incredulidad. «Se ha hablado de la necesidad de un perfil más comunicativo. No apesto a naftalina y si por algo soy conocido es por ser un director que ha querido acercar la música al público», reivindicó el músico, quien adelantó que tiene proyectos en Israel, Estados Unidos, con la Banda de Barcelona y encargos de composición. ¿Demasiadas ocupaciones? «La gerencia me dijo que estaba demasiado ocupado. Yo discrepo. Si queremos un director de prestigio, tiene que ser uno que haga muchas cosas, también a nivel internacional. Pero la gerencia quiere más proximidad». Tanto es así que Josep Vicent ya busca alojamiento en Palma.

Brotons se va «contento» porque «he tenido una relación artística muy buena». Y no descarta regresar algún día. De momento, ayer se marchó de la rueda de prensa sin mirar atrás, tenía que enfrentarse al ensayo general de un concierto que despidió anoche con La patética , sinfonía de Tchaikovsky.