El director Josep Vicent, nuevo titular de la Simfònica, posó ayer en el Principal. | Elena Valverde

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Reviso su curriculum. Josep Vicent (Altea, 1970) sigue conservando la ilusión del director novel, pero sus méritos profesionales le elevan hasta la cabeza del ranking de los grandes. En julio tomará las riendas de la Orquestra Simfònica de Balears con «ilusión» y con una lista de retos que persiguen despertar a la formación y proyectarla. Anoche se puso al frente de la Simfònica en el Principal.

—Esta noche [por ayer] dirigirá por primera vez en el Principal. ¿Qué le parece como escenario?

—Me gustó siempre el Principal. A pesar de no ser un teatro excesivamente grande, me gusta mucho su carácter histórico. Creo que, utilizando sus posibilidades, podemos hacer que sea un pequeño templo sonoro. No tengo dudas de que lo vamos a conseguir. El sonido a priori no es fácil. Pero para eso estamos, para ir encontrando las soluciones.

—¿Qué cree que le ha faltado a los programas de la orquesta?

—Creo que, en general, se nos ha perdido algo por el camino. La alegría, la energía, la positividad para dar la música, para hacerla llegar e influir en la gente... Pero no puedo analizar los programas pasados, me gusta mirar hacia delante.

—¿Es momento de asumir más riesgos?

—Para mí lo es. Lo he hecho siempre y lo voy a hacer con esta orquesta. Sé que ellos quieren. Es una orquesta muy buena, muy ambiciosa y exigente.

—Han hecho hincapié en la proyección exterior, la asignatura pendiente de la Simfònica.

—Cada concierto está directamente contado al mundo, porque el público es de todas partes. Tenemos la oportunidad de exportar nuestra cultura a través del buque que es la Simfònica. Se va a aconseguir, generando desde ya un interés fuera. Los contactos para que la orquesta pueda salir también están hechos. Estuvimos a punto de irnos a China hace unos meses. Eso es un proceso que va a durar un tiempo, pero mi implicación empieza ya.

—¿Qué obtiene usted de esta experiencia?

—Quería encontrar en el entorno de mi tierra un proyecto que me pudiera necesitar. Tengo la ilusión de que se genere confianza por nuestra música, en la capacidad de ser especiales con un mensaje sonoro diferente... Además, me ha ilusionado ver el interés que también hay frente de mí.

—¿Qué tiene previsto introducir?

—Una programación abierta estilística y filosóficamente, también desde el punto de vista de horarios y programaciones; quiero que la temporada crezca, que haya más conciertos, que grabemos, salir fuera, programar música ligada a otras disciplinas como la danza o el cine.

—Todo esto implica más dinero.

—No. Es un ingreso. Es un gasto en energía nuestra, pero la tenemos.

—Tiene muchas ideas, ¿confía en que le dejarán desarrollarlas?

—Si no tuviera ahora la garantia de que todo el mundo está dispuesto a empujar este proyecto, yo no habría venido.

—¿La plantilla es suficiente?

—Tenemos que mirar qué recursos tenemos y optimizarlos. He visto que podrían faltar algunas sillas, pero estos músicos excepcionales saben suplir esas cosas.

—¿Saldría a la calle con los músicos a manifestarse, como se dio el caso el año pasado?

—Intentaría que no tuvieran que salir a la calle.