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«En los baños, algunos días no hay papel higiénico ni jabón y el servicio de Internet ha bajado en un cincuenta por ciento, han quitado ordenadores». Lo dice Frederic, un «usuario habitual» de la Biblioteca Pública Can Salas «desde hace ocho años». El centro es propiedad del Estado y su gestión y mantenimiento corresponden al Govern. Las palabras de este lector evidencian claramente el declive al que ha llegado este centro, inaugurado en marzo de 2005 por la entonces ministra de Cultura, Carmen Calvo, y que había arrancado con mucha vitalidad.

Ocho años después, la mascota de la planta infantil y juvenil, el Drac, ya no participa en actividades ni reparte premios porque no se convocan concursos entre los lectores más jóvenes. Además, el servicio se ha reducido en lo que era una de las joyas de la corona de Can Salas. De ininterrumpido, el horario ha pasado a martes y jueves de 10.00 a 12.00 y por las tardes de 16.00 a 20.30.

La triste historia de Can Salas se va tejiendo mientras se recorre el edificio y la falta de aire acondicionado que trabajadores y usuarios sufrieron el pasado verano es sólo una gota en un mar de deficiencias provocadas por la reducción de personal, que ha pasado de 51 personas a 23, y la falta de mantenimiento. «No hay dinero», decía a este diario un portavoz de la Conselleria de Cultura. Como tampoco funciona la calefacción, han comprado una decena de calefactores de aire caliente para los trabajadores, así que allí todos, empleados y lectores, se abrigan a la espera de que el invierno empeore.

En la sala de lectura de la segunda planta el frío se cuela por las claraboyas en invierno y el calor lo hace en verano. Aquí el panorama es desolador cuando se recorre la mediateca, la que fuera zona de audiovisuales y que ahora no se utiliza ya que todos los aparatos, ordenadores y pantallas de televisión, están fuera de servicio. Cuando se estropean no se reparan ni reponen.

Catalina Mairata es una «lectora empedernida» que acude habitualmente a la biblioteca en busca de libros en préstamo. «Se nota mucho que han bajado las novedades, antes las traían cada mes», dice. Como es funcionaria sabe muy bien qué significan los recortes. «Sucede en toda la Administración, no sólo aquí, ya no hay material, ni papel, ni bolígrafos».

En Can Salas el tajo también llegó al servicio de Internet, muy demandado por los usuarios. Sólo quedan media docena de ordenadores en activo; el resto, ¿lo adivinan?, sí, están Fora de servei.

Otra sala que ha sufrido la reducción de horario es la de investigadores, también una de las perlas de la biblioteca tras la inauguración. Hoy solo abre dos mañanas y por las tardes. Y lo que es peor, el centro se ha quedado sin conservador-restaurador del fondo de libros antiguos. Era el encargado de que las condiciones ambientales que necesitan este tipo de volúmenes o los manuscrito se mantengan constantes.

Si seguimos hablando de deficiencias, es probable que los baños, como ya sucedió hace unos días, tengan que cerrarse debido a que las bombas de aguas fecales funcionan mal.

Todo esto sucede en estos tiempos «cuando la gente más necesita de la biblioteca como servicio público», dice la directora, Maria de Lluc Alemany.