Más de una veintena de personas asistieron al homenaje al poeta. | P. Pellicer

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Algunos poetas necesitan un tiempo para que su obra sea reconocida. Como Bartomeu Rosselló-Pòrcel (Palma, 1913-El Brull, 1938), por ejemplo. Murió con 24 años por culpa de una tuberculosis, pero su escritura marcó a quienes le conocieron. Y a los que no, también. Ayer, con motivo del 75 aniversario de su muerte, más de una veintena de personas se reunieron en torno a su sepultura en el cementerio de Palma y el escritor y colaborador de Ultima Hora, Antoni Serra, ofreció un recital dramatizado en su recuerdo.

Antoni Serra dijo que Rosselló-Pòrcel «ha sufrido siempre un gran silencio en esta Isla». Apuntó que el poeta vivió durante el franquismo, pero que hoy en día «aún existe el postfranquismo en el enseñamiento» y que «el Govern de Bauzá nos está coaccionando por todos lados».

Salvador Espriu fue un gran amigo de Rosselló-Pòrcel. En 1970 habló de él diciendo que «aquel chico que un día se fue aún no se ha muerto». «No os creáis que está aquí», comentaba Serra señalando a la tumba del poeta.

Serra, histriónico, relataba que le entusiasama ir a Lisboa porque se encuentra a Pessoa por las calles. Aquí eso no ocurre. «Es una vergüenza sistemática que no tope por Ciutat con un señor que ha publicado Auca». Concluyó su intervención con un poema que escribió Rosselló-Pòrcel en Mallorca durante la «Guerra Incivil». «No miréis más su tumba, ¡giraos!», gritaba Serra mirando el horizonte. «¡Viene por allá!».

El presidente de la Obra Cultural Balear (OCB), Jaume Mateu, hizo mención a la voluntad de «romper los silencios» que envuelven la figura de Rosselló-Pòrcel. El proceso acaba de empezar con la creación de la Associació d’Amics de Rosselló-Pòrcel.

Sus amigos, que tienen el objetivo de ponerlo en vigencia para que se le conozca, le dejaron ayer una impronta que se convirtió en el mejor epitafio de su 75 aniversario.