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La capacidad de emoción, de entender el trasfondo de cualquier manifestación por encima de las evidencias formales, es una de las grandes satisfacciones que nos da la música. Y Luis Eduardo Aute lleva 45 años invocando las leyes de la emoción. Su carrera abunda en destellos de audacia que explota todos los rincones del amor, la pérdida y el reencuentro afectivo. El 11 de enero subirá las canciones de su nuevo álbum, El niño que miraba al mar, al escenario del Auditòrium de Palma, a las 22.00.

Su nuevo trabajo recoge 12 canciones, poesía hecha música, que otean la cotidianidad desde su habitual atalaya de escepticismo; tranquilas y evocadoras, ribetean la condición humana dejando una ventana abierta a la esperanza. A nivel melódico, acontecen casi minimales, siguiendo una senda sencilla, delicada y sugerente. El álbum se hace acompañar de un DVD que contiene una película de animación de veinte minutos de duración realizada por el propio Aute.

Hace mucho tiempo que el polifacético artista dejó de sorprendernos, pasan los años y su fórmula sigue incólume, sus canciones son una vía de comunicación directa, tendidas en un arrebato de integridad, humildad y expresión. Canciones para cantar, nanas insomnes, aromas mediterráneos, visos de canción francesa de buenas brasas y sutiles arreglos y algún conato de rock nos invitan a fabular con romances engullidos por el tiempo. El suyo es un arte disconforme e insumiso: el molesto espejo que todos intentan evitar, expuesto sin grietas.

Luis Eduardo Aute. El 11 de enero, a las 22.00 horas, en el Auditòrium de Palma.