Agustín García Calvo posó en el Centre de Cultura Sa Nostra de Palma en 1998. | ultimahora.es

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El escritor Agustín García Calvo, nacido en Zamora en 1926, donde falleció ayer, mantuvo una trayectoria como intelectual que se caracterizó por la rebeldía ante el poder establecido. Doctorado en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca, donde ejerció como profesor de Latín, fue catedrático de instituto y obtuvo también la cátedra de Filología Latina en la Universidad de Sevilla. Fue uno de los catedráticos perseguidos por el régimen franquista y debido a las revueltas estudiantiles de febrero de 1965 fue apartado de la cátedra.

García Calvo visitó Mallorca en varias ocasiones para dar conferencias. Por ejemplo, cuando fue invitado por el Ateneu Llibertari Estel Negre o al programa La Veu dels Creadors, que se celebraba en el Centre de Cultura Sa Nostra durante la pasada década.

Lo contrario a lo oficial marcó la forma de actuar de García Calvo, autor de una obra que, además del ensayo, la poesía, la novela y la traducción, abarca cientos de artículos y otras curiosidades, como el Himno de la Comunidad de Madrid que le encargó el primer presidente de la autonomía, Joaquín Leguina. Muchos de sus trabajos los publicó en sus propias editoriales, Lumia y Lucina.

Reconocimientos

En 1990, García Calvo recibió el primero de sus tres Premios Nacionales, el de Ensayo, por su obra Hablando de lo que Habla: Estudios de Lenguaje. Nueve años después le concedieron el de Literatura Dramática por La baraja del Rey Don Pedro, y en 2006 el de Traducción por el conjunto de su obra.

Nunca fue amante de los reconocimientos y, en una entrevista explicó que aceptó estos tres por ser unos galardones «muy pequeños, que tienen la ventaja» de que el autor no se presenta y «los jurados son muy grandes y variados y hay más probabilidades de que entre ellos haya gente honesta».

En 1993 protagonizó uno de los episodios más polémicos y conocidos de su vida, al tener que afrontar una sanción de Hacienda de 10,5 millones de pesetas por no haber hecho nunca la declaración de la renta de las personas físicas y por no declarar los ingresos de la subvención que empleó para restaurar el caserón que poseía en Zamora.

García Calvo difundió entonces anuncios en la prensa nacional para pedir ayuda a «aquellos que pudieran ser usuarios de las cosas que publico y tener algún agradecimiento». García Calvo pagó su deuda con la Agencia Tributaria, después de negociar con un banco la financiación de seis millones de pesetas, mientras el resto, cuatro millones y medio, los consiguió a través de unas donaciones particulares.

La poetisa Isabel Escudero, compañera del fallecido, recordó ayer que los jóvenes «le seguían a centenares» y destacó su labor de rebelde: «Hace quince días fue a la tertulia pública que se celebra los miércoles en el Ateneo de Madrid y a la que acuden un centenar de personas, en su mayoría jóvenes, para debatir cuestiones de la realidad, de la física, la matemática. Es algo muy vivo y muy único».