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Eran las 10.00 de la mañana del pasado martes en el Casal Balaguer de Palma, donde, desde hace cuatro, años se trabaja en su rehabilitación. En el interior del patio se respira una febril actividad, esa que se da cuando tiene lugar algo muy importante. En este caso se trata del traslado con grúa de la última de las cuatro columnas que sujetarán los arcos del patio, cegados desde la construcción del edificio por problemas estructurales, y que, al finalizar las obras, quedarán diáfanos, como se habían proyectado originalmente.

Lo cuenta el arquitecto Xisco Pizà, quien detenta la dirección técnica de la restauración, una combinación de arquitectura e ingeniería que ha requerido soluciones ingeniosas y novedosas dado el mal estado en el que se encontraba el edificio, construido por encargo del marqués del Reguer en el siglo XVIII, aunque su origen se remonta al XVI. Pizà cuenta que se habría caído si la restauración, que tardó más años de lo previsto en iniciarse, no hubiera comenzado.

«Creo que es la obra más compleja de rehabilitación que se ha hecho en Mallorca», reflexiona. De hecho, para que puedan sujetar los arcos del patio, cada una de las cuatro columnas citadas fue agujerada y en su interior se introdujo un tubo de acero revestido de resina. Aunque invisible al ojo humano y sólo captado por los instrumentos de topografía, al colocar estas columnas, el edificio, que se aguanta por zonas mediante andamios, queda suspendido en el aire durante unos segundos. La operación «ha sido un éxito, habíamos calculado que la caída fuera de cinco milímetros y ha sido de tres», confirma satisfecho el arquitecto.

Por otra parte, durante la limpieza de los capiteles de las columnas, se halló el escudo del marqués en el lado que quedaba escondido por la pared del arco. En el de delante «lo borró cuando vendió el palacio». Menos la fachada, que se ha respetada porque está catalogada, el interior de las paredes de todo el entramado del casal es ahora como un gran mecano cosido a base de vigas de hierro y tirantes de acero. «Se construyó sobre terrenos de sedimentación de la Riera», por lo que lo primero fue hacer unos nuevos cimientos de hormigón y 14 metros de profundidad.

Acostumbrado a pasar delante de un edificio degradado, cuando finalice la obra, la ciudadanía, que habrá recuperado un espacio para la cultura y la convivencia, se sorprenderá.