El fotógrafo posó para este periódico en Barcelona con motivo de la inauguración de la muestra ‘Justicia Alimentaria. Sembrando esperanza’.

TW
0

El fotógrafo Pep Bonet inauguró el pasado miércoles en Caixafòrum de Barcelona la exposición Justicia Alimentaria. Sembrando esperanza de la Obra Social La Caixa en colaboración con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) e Intermón Oxfam. El montaje se podrá ver en Barcelona hasta el próximo 6 de enero, del 29 de enero al 19 de mayo estará en Caixafòrum Madrid y llegará a homónimo palmesano en septiembre, donde permanecerá medio año.

«La intención de las fotografías es apoyar a los pequeños productores y que puedan sacan mayor rendimiento de lo que siembran», dijo Bonet, quien comentó que «la realidad en el mundo es dramática, con tanta gente que pasa hambre y, por otra parte, tanta comida desperdiciada y muchísimas personas con sobrepeso».

El reportero mallorquín recordó que «tomé las imágenes en comunidades rurales de Bolivia y Tanzania, en noviembre de 2011 y febrero del 2012», y destacó que «el principal problema es que cada vez se siembra más tierra para obtener carburantes fósiles». En Tanzania, Bonet retrató el proceso relacionado con el girasol: «Se aprovecha todo, una máquina procesa las pipas, se saca el aceite, se obtiene una pasta para alimentar a los animales y no se desperdicia nada, que es lo contrario de lo que hacemos nosotros».

El montaje cuenta con fotografías de gran formato y montajes audiovisuales, e incide en las historias particulares de los agricultores. A la entrada de la muestra, una vitrina visualiza la cantidad de basura acumulada por una familia típica. Conferencias, un ciclo de cine y un taller para escolares están programados con motivo de la exposición.

Calidad

La realidad rural no resultó ajena al mundo mallorquín de Bonet. «Mi padre come de lo que siembra, con un proceso de temporada y procurando tener variedad», contó el fotógrafo, quien aseguró que «podemos aprender de África ya que es suficiente que una familia lo empiece a pasar mal para darse cuenta de lo que se puede ahorrar con el uso racional de la comida, con productos de primera calidad, conociendo su procedencia y controlando todo el proceso».