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Estuvo a 300 metros de la tragedia del 11-S, en un apartamento en la esquina de Broadway y Cortland. Dice que el ruido fue como si se arrugara papel de estaño, pero amplificado. Hasta que no empezó a gritar el gentío, Francesc Torres (Barcelona, 1948) no se había dado cuenta de la magnitud de la catástrofe. Su reacción fue bajar a la calle y empezar a fotografiar las escenas de lo que estaba sucediendo. Torres entiende que «el arte tiene un valor terapéutico» y lo expondrá hoy, en Es Baluard, a las 16.30.

«Al principio no sabía lo que pasaba. Empecé a oír una especie de cascada, eran cristales que caían», explica. El agujero que había en la torre norte había disipado la bola de fuego. Ni humo ni llamas. Por él salían a chorro toneladas de papeles de oficina. Llamó a su madre para decirle que estaba bien y justo se estrelló el segundo avión. «Estoy bien, veas lo que veas, no te preocupes».

En su último trabajo, Torres, 11-S NY Artefactos en el hangar 17, que se expuso de forma simultánea en Barcelona, Madrid, Nueva York y Londres, refleja una serie de fotografías de «todo lo que se decidió que no se podía tirar y que se tenía que guardar por su valor histórico». Habían miles de objetos. Desde pedazos de elementos arquitectónicos hasta vehículos de bomberos y de la policía. «Si se mira con cuidado te das cuenta de que cualquier manifestación artística tiene un componente que sirve para relacionarse con el drama y de esa manera asimilarlo», afirma.

Francesc Torres representará a Catalunya y Balears en la Bienal de Venecia en 2013, donde exhibirá una exposición sobre el paro en España titulada 25 %. Pero le queda un trabajo pendiente en el hospital Vall d’Hebron, donde estuvo ingresado por un trasplante de hígado. Torres convivirá con un paciente que requiera un trasplante y fotografiará todo el proceso. «Hay una serie de personas que no conoces y llegan a hacerte cosas que no te había hecho tu madre desde que eras un bebé. El arte no cura, pero sirve para reconciliarse con la tragedia y pasar página».