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Mucha gente en las calles de Palma y mucha policía para proteger a las autoridades de posibles ciudadanos airados por los recortes. El president José Ramón Bauzá y la plana mayor del PP, con el alcalde Mateo Isern como anfitrión, inauguraron la XVI edición de la Nit de l’Art entre fuertes medidas de seguridad, incluidos unos cuantos furgones de la Policía Nacional –demasiados para la celebración de un acto lúdico y cultural– estratégicamente vigilantes.

Al final, Bauzá sólo recibió unos cuantos abucheos espontáneos de reprobación por su política lingüística y los profesores de la Plataforma per l’Educació Visual, Musical i Tecnològica, que no pudieron entregarle un panfleto reivindicativo, terminaron haciendo varias ‘tumbadas’. En el Casal Solleric, donde arrancó el circuito oficial, los políticos inauguraron las exposiciones a puerta cerrada, mientras el público airado esperaba a que ellos abandonaran el edificio para acceder a la Planta Noble.

La masa de gente iba en aumento cuando llegó el momento de comenzar el circuito, un recorrido adornado con propuestas alternativas al programa –como las exposiciones de Artevisión o Art-Viu–, así como música y performances. Se palpaba la sed de arte; se notaba que era una noche grande y en mayúsculas.

Las creaciones noveles de la colectiva Noves Presències se instalaron en la Capella de La Misericòrdia. Allí, el Consell presentó esta propuesta multidisciplinar en la que colabora con la Associació de Galeristes Independents de Balears (AIGAB).

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En la galería Vanrell, en la calle Tous i Maroto, convivían en armonía las meninas y otros trabajos del artista valenciano Manolo Valdés, muy concurrida y en un ambiente muy agradable y festivo. Cerca de allí, en la Via Verí, la innovación, el glamour y la sofisticación en las propuestas de La Caja Blanca y el CCC Pelaires. En la primera, la americana Alyssa Pheobus debutaba en la Isla con Apariciones. En el segundo espacio, los ‘niños’ de Guillermo Rubí protagonizaron unos retratos que jugaban con la percepción y las formas geométricas. Bajando a la Sala Pelaires, los objetos desechados y reconvertidos de Carlos Pazos, Premio Nacional de Artes Plásticas 2004, inyectaron un punto kitsch y desvergonzado. En la galería Joan Oliver ‘Maneu’, en la calle Montcades, llamaron la atención las formas orgánicas de Martín Mas. Muy próximo, en la calle Concepció, el artista serbio Velcha Velchev encandiló en la Fran Reus con su muestra 21. Mientras tanto, en la galería Altair, lucían las casas de latón y bronce en pequeño formato de Anthony Caro. Fueron sólo algunas de las muchas propuestas.

Paseos

Como novedad, el Parlament cambió con gran éxito a los políticos y sus discrepancias por paseos por sus salas para contemplar obras de todos los artistas que decoran el noble edificio.

Los viandantes –muchos de ellos extranjeros– paraban para reponer fuerzas. Además, la meteorología acompañó y las gotas de sudor de otros años contrastaban con la brisa fresca de anoche, en una velada en la que los comercios abrieron sus puertas hasta la medianoche. Nadie duda ya, tras dieciséis ediciones, que el arte contemporáneo es capaz de atraer a las masas. Anoche quedó más que demostrado; que siga la fiesta.