Los trabajos arquitectónicos de Santiago Calatrava conforman una buena parte de la exposición, además de sus pinturas y esculturas, como se puede apreciar en la imagen de la izquierda.

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Conseguir que un espacio arquitectónico «tan colosal» como el Hermitage de la ciudad rusa de Sant Petersburgo no «absorbiera» la obra de un grande de la arquitectura, Santiago Calatrava, fue el mayor reto para Cristina Carrillo de Albornoz, comisaria de la exposición The quest for movement (La búsqueda del movimiento). La muestra, -que se inauguró en junio y durará hasta final de septiembre-, aúna las tres facetas «imprescindibles» de Calatrava: arquitecto, pintor y escultor.

Sus maquetas, pinturas y esculturas conforman una propuesta que ha llevado al Hermitage a vivir un «momento histórico». Histórico no tan sólo porque Calatrava sea el primer arquitecto que expone en el museo de San Petersburgo, sino porque, en cierta manera, «el siglo XXI se ha instalado en el Hermitage de forma definitiva», explica Carrillo de Albornoz. «La exposición ha tenido una gran acogida. Cientos de personas hacen colas para contemplar la obra. Se editaron 2.000 catálogos de la muestra, que se podrá ver hasta el 30 de septiembre, y ya se han agotado. Se editarán 2.000 más», añade la comisaria, quien considera que el Hermitage «ha tenido un gran gesto de osadía porque ha dado un paso enorme y se ha abierto a nuevos campos del arte». Estas maquetas, pinturas, cerámicas, esculturas, -que se acompañan de vídeo proyecciones que explican su proceso creativo-, residen ahora en el Palacio de Invierno del Hermitage, con más de 3.000 metros cuadrados. Además, las piezas conviven junto a salas anexas que albergan trabajos de nombres del arte español tan destacados como Velázquez o Goya, «el entorno no podría ser mejor, es perfecto». Así, el espectador podrá descubrir algo más sobre Calatrava más allá del arquitecto, su faceta más conocida por el gran público. Se dan a conocer «todas sus caras, la artística, la arquitectónica y la personal. Calatrava sigue luchando por lo que cree, dar una obra digna y hacer mejor la vida de los demás; dejar un legado de lo que él busca e ir un poco mas allá todos los días. Esto es lo que se plasma en la exposición», apunta.

The quest for movement (La búsqueda del movimiento) tiene como hilo conductor, como su título indica, la idea del movimiento. «Este elemento siempre ha interesado a Calatrava. Cuando acabó la carrera de arquitectura pensó que eso no era suficiente y decidió marcharse a Suiza a hacer Ingeniería, algo «poco usual». «Una de las ideas era estudiar el movimiento, no sólo sobre las fuerzas dinámicas, sino las estáticas, las de tensión y presión», detalla la comisaria, quien matiza: «Todo este abanico se refleja en sus pinturas, en sus esculturas y, sobre todo, en su arquitectura, donde el movimiento es evidente».

En su faceta artística, Calatrava estudia el movimiento «a través del color, algunas [obras] tienen un motor y se mueven de una forma suave y delicada». El tiempo y su paso forman parte de su imaginario, «la idea fugaz de la vida, algo que también le mueve y le inspira. Incluso han instalado sus cerámicas dentro de una estructura muy tensa que parece que se mueve».

Una de las piezas centrales de la exposición es una representación de las olas del mar. «Es gigante, colosal. Ha logrado que una escultura se mueva como si fuesen las olas». Aquí traslada la idea del movimiento a su máxima expresión, pero también «juega con elementos como el equilibrio, que se ve en todas partes, incluso en sus cerámicas».

Además, las obras destilan «una gran gama de rojos, es muy colorista, con miles de tonos. Así simboliza la alegría de vivir, un sentimiento que le mueve día a día».

En las distancias cortas, Calatrava «gana». «Es un hombre genial, muy agradable, pero también es muy riguroso y de una exigencia enorme. Todo lo que hace debe partir de esa máxima de calidad», relata Carrillo de Albornoz. En cuanto a trabajar junto a un «maestro», la comisaria confiesa que «es estar al lado de un genio que constantemente te anima. Hablar con él te enriquece. Hay que saber entenderle, es exquisito, todo el día está hablando de arte, de música. Conoce a todo el mundo, es una fuente de placer. Comprender su obra y mundo exige mucho rigor. He conocido a muchos artistas [–ha trabajado con nombres como Botero o Frank Stella, entre muchos otros–], pero él es único».

Hasta septiembre, The quest for movement (La búsqueda del movimiento) residirá en el majestuoso Hermitage. ¿Se podrá ver en España después? «Sería un sueño», concluye Carrillo de Albornoz.