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¿Cómo trasladarían un pensamiento filosófico a una imagen? ¿Es posible leer filosofía en cómic? No es una tarea fácil, incluso para un ilustrador experimentado como Francesc Capdevilla 'Max', Premio Nacional de Cómic, que hace doce años recibió la propuesta de la doctora en Filosofía Maite Larrauri de elaborar una colección, Filosofía para profanos , que permitiera al lector una aproximación «reflexiva» e «interesada». Desde entonces han visto la luz nueve volúmenes, nueve conceptos y nueve autores. El último, La educación según John Dewey (Tàndem Edicions).

«Me parecía un proyecto complicado porque la filosofía no es nada fácil de visualizar. Sabía muy poco de la materia, así que para cada libro Maite Larrauri me daba una clase particular. Al principio me costó horrores, hice muchos dibujos hasta que encontré la clave, que era hacer una historieta porque el pensamiento es secuencial», explica el dibujante.

Dibujos minimalistas, de líneas claras, coloridos y sin palabra. Max ofrece «otra entrada a la filosofía o al concepto de un autor. Capta una perspectiva del texto y la reproduce en imágenes. En muchas ocasiones son como una iluminación», comenta Larrauri.

El trabajo de Max no pretende ser «didáctico», puede «facilitar la comprensión, pero no simplifica las cosas», aclara la autora, quien detalla que el objetivo de sus libros es lograr «un acercamiento real a la filosofía», a los autores que ha elegido porque «han ampliado mi experiencia de vida». «La enseñanza de estos conocimientos en España no ayuda a un acercamiento real. No es verdad que los filósofos, en general, estuvieran desconectados de la gente. Son los profesores de Filosofía los que lo están en muchas ocasiones» y Larrauri, intentando acortar esas distancias, da las claves para que autores como Spinoza, Marco Aurelio, Simone Weil, Nietzsche o Foucault sean más fáciles de leer.

La educación según John Deewy , que se presentó en Palma, expone las teorías de «un autor actualmente desconocido», impulsor de «la renovación pedagógica que se lleva a cabo en Occidente desde hace 100 años». «Lo penoso», aporta Max, «es que muchas de sus tesis aún no se han alcanzado».

El dibujante, después de más de una década en este proyecto, valora: «Se tenía la idea de que los filósofos escribían para ellos mismos, pero lo que nos cuentan nos interesa para entender el mundo, entendernos entre nosotros y vivir mejor».