Elvira González descolgando las joyas. | J. Lladó

TW
2

«Estas joyas ponen en evidencia, no sólo el nivel de una moda de la joyería ceñida al cuerpo que lucía la mujer mallorquina en un deternminado momento de la Historia, sino su nivel económico y, sobre todo, el de fe y devoción». Así resume la historiadora Elvira González su catalogación de las joyas que, hasta hace poco, colgaban del relicario de la Vera Cruz en el Museo de la Catedral. Finalizado el estudio, mediante el que las dató entre «los albores del siglo XVII hasta mediados del XX», el conjunto de estas 14 piezas se expone en una vitrina de la sala capitular barroca de dicho museo.

Como experta en joyería histórica, González señala «el extraordinario nivel artístico» de las piezas, «realizadas en talleres españoles», que las familias pudientes de la Isla regalaban a la Vera Crruz «como penyora». Varias tienen «paralelismo» con otras de importantes colecciones, como las de los museos Lázaro Galdiano de Madrid, Louvre de París o la Thyssen de Lugano, añade.

Cabe recordar que, según escribió el canónigo Baltasar Coll en 1977, el relicario de la Vera Cruz, de plata y piedras preciosas, contiene un fragmento de la Cruz de Cristo, que la Seu recibió como regalo de Juan Doménec en 1411, cuyo padre, patrón de galera, lo había adquirido a un obispo oriental a quien libertó de unos corsarios. De este relicario de plata colgaban las joyas ahora catalogadas «en un montaje decimonónico» que impedía disfrutarlas en toda su belleza. González las describe como «joyas pinjantes o colgantes: medallones, bajos de rosario o broches», entre otros modelos.