Ramona Pérez, en la librería Àgora de Palma.

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Desde que abrió sus puertas el 18 de octubre de 2005, la librería Àgora de Palma, ubicada en la calle Jardí Botànic, ha hecho las delicias de los amantes de la literatura, y no tan sólo por sus libros, sino por el amplio programa de actividades, para todas las edades, que acoge semana tras semana. Ahora, debido a la «crisis» y a una «fuerte bajada de las ventas», su propietaria, Ramona Pérez, anuncia que echa el cierre el próximo 30 de este mes tras seis años.

A pesar del «éxito» de las actividades que allí se programan, como tertulias y encuentros con escritores, presentaciones de libros, así como cuentacuentos y muchas actividades más, Pérez confiesa que «con eso no basta, sin vender libros no se puede sobrevivir». La librera explica: «Las ventas de libros han bajado mucho. Àgora es una librería muy frágil económicamente, y no se puede permitir sobrevivir con menos ventas de libros. Mi librería no ha soportado esta caída de ventas».

Plantearse la idea de echar el cierre a seis años de mucha literatura no es algo nuevo para Pérez. «Lo llevo pensando desde hace muchos meses. En realidad, me lo planteo desde que comenzó este año».

Entre los factores que han llevado a la propietaria de Àgora a tomar esta «drástica» decisión destaca, «sobre todo y fundamentalmente, la crsisis». «Éste es el factor principal, aunque hay muchos otros. Aunque yo supiera que las cosas van a cambiar pronto, el libro tal y como lo conocemos ahora quedará relegado a una minoría para la que leer libros es una prioridad», apunta la librera.

¿Es la llegada del libro electrónico otro de estos factores? «No, en realidad han hecho muy poco daño. Las nuevas tecnologías hacen daño, pero no de golpe, sino poco a poco, día a día. A la gente a la que realmente le gusta leer alternará los dos formatos, aunque el perfil del comprador de Àgora es el que adquiere un libro en su soporto en papel».

A pesar de todo, Pérez ya tiene un proyecto en mente, convertir la librería «en generar un espacio que sustituya lo que hacemos en la librería». ¿Un centro cultural? «Todavía es pronto para ponerle etiqueta», concluye.