Visita a las obras del Convent de les Caputxines | M. À. Cañellas

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Las obras de rehabilitación de los más de 1.500 metros cuadrados de la cubierta del Convento de les Caputxines de Palma concluirán en agosto, después de unos nueve meses de trabajos para restaurar el techo de este edificio que estaba gravemente afectado por el paso del tiempo y por un fuerte ataque de «hongo blanco» y «carcoma».

El director general de Arquitectura y Vivienda, Casimir Gòdia, ha visitado las obras de reforma junto al arquitecto del proyecto, Carlos Clemente, quien ha explicado a la prensa los trabajos que se están realizando y que tienen un coste total de unos 414.000 euros, de los que el Govern ha aportado la mitad.

Con esta inversión se han sufragado los 50.000 euros de los honorarios técnicos, los 50.000 euros del ascensor que llega hasta las cubiertas y el resto, unos 300.000, se destinó a la empresa adjudicataria de la obra Consestelrich.

Clemente ha señalado que las cubiertas del convento estaban en ruinas y rodeadas de una plaga de hongo blanco. Para resolver esta situación se está limpiando toda la madera que forma parte de las cubiertas, a la que después se aplica un producto para desinfectarla. No obstante, algunos elementos de la infraestructura han tenido que ser sustituidos por otros nuevos.

El arquitecto ha explicado que en un principio dudaron de la viabilidad de la madera original, si bien comprobaron que una vez se limpia podía ser salvada.

Los más de 1.500 metros cuadrados de superficie que están siendo recuperados se corresponden con los desvanes del secadero, los que están sobre los dormitorios de las monjas y sobre la portería y la iglesia.

Se trata de unos 6.000 palos de tronco que están siendo tratados de manera minuciosa e individualizada para intentar recuperar «hasta el último centímetro cuadrado de madera histórica» salvable, ha subrayado el arquitecto. Asimismo, también se pulirá el suelo de los desvanes.

La restauradora Marisa Justo ha señalado que las cubiertas están formadas por dos tipos de madera, las «coníferas» que están compuestas básicamente de pino silvestre y las «frondosas» de álamo blanco y negro.

Así, ha indicado que el origen de las cubiertas de estos edificios estaba formado principalmente de álamo blanco y negro, si bien en las sucesivas restauraciones se fue sustituyendo por otras maderas como el pino silvestre, muy habitual en las construcciones mallorquinas.

En los trabajos de rehabilitación están participando un total de trece personas, incluyendo los técnicos, maestros carpinteros, albañiles y el personal de seguridad.

Como dato curioso, Clemente ha destacado que, además de las pinturas barrocas que estaban en las paredes, han aparecido pinturas murales góticas. Así, ha explicado que cuando las monjas se instalaron en el edificio en torno al año 1.600 compraron «seis casas góticas y una renacentista», de las que todavía se conservan las fachadas y en las que están descubriendo estas pinturas.