Fragmento de "El monaguillo" de Rafael Bordoy. | Rafael Bordoy

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El reciente triunfo de Agustí Villaronga con Pa negre en los Premios Goya ha contribuido a revalorizar el papel que los creadores mallorquines han jugado en la historia del cine. Por segundo año consecutivo, un mallorquín se hace con el reconocimiento de la Academia del Cine Español. Agustí Villaronga o Daniel Monzón son hoy cineastas de sobra conocidos. En contraposición, los pioneros del cine con sello balear van cayendo en el olvido a medida que sus coetáneos envejecen y las salas dejan de proyectar sus películas.

Rafael Bordoy (Alcúdia, 1922) se proclamó en 1972 ganador del Festival Internacional de Cannes de cine Amateur con su película El Monaguillo . Gozaba por aquél entonces de una gran popularidad en la Isla, que se había extendido por la Península, Lisboa, Francia... Sus documentales, rodados en Súper 8 y amenizados con música clásica, con carácter costumbrista, llevaron a la fama al cineasta afincado en Pollença, que en 1973, y por segundo año consecutivo, convenció al jurado de Cannes, esta vez con la producción Presó de Jonc , ganando la prestigiosa medalla de plata.

El jurado de Cannes seleccionó El Monaguillo entre más de 200 películas con las que competían veinte países. La prensa francesa de la época decía entonces sobre el filme: «Ha sido como una ráfaga de aire fresco ante tanta película erótica, violenta, o simplemente trascendentalista, ya que el cine amateur está sumamente lastrado por temas que quieren ser importantes e incomprensiblemente se resta importancia a los sencillos».

Las películas de Bordoy son películas sencillas. «Muchas retratan gente común. Niños y niñas haciendo travesuras, viejos y viejas matando el tiempo, hombres y mujeres en el trabajo diario de servir en la taberna, o bien narran algunas de las experiencias que él había vivido de pequeño, anécdotas», explicó Miquel Àngel Rayò, autor de un documental que repasa la trayectoria de este cineasta y su relación de amor con la francesa Nicole Brunet, hoy su viuda. La muerte de Bordoy en 1990 a consecuencia de un fallo cardiaco, condenó poco a poco al olvido las creaciones del cineasta, que en 2005 su viuda y su hija cedieron al archivo histórico de Alcúdia.