El bailaor Antonio Canales estuvo ayer en Palma para presentar el espectáculo que podrá verse en Trui Teatre. | Pere Bota

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Antes de que llegue el momento de su despedida de los escenarios y su posterior renacimiento, un nuevo ciclo «para vivir de la contemplación», el bailarín sevillano Antonio Canales tiene confeccionada una pequeña lista de grandes proyectos por cumplir. Le «duelen los lomos», pero a sus 59 años sigue conservando energía para la docencia, para tejer coreografías, para el cine, escribir o protagonizar uno de sus espectáculos. El 4 de febrero podrán verle en el Trui Teatre con Mano a mano y el joven bailarín Amador Rojas.


Hace ahora un año, Canales estrenó este montaje en el que el auténtico y único protagonista es el «flamenco puro y directo», un espectáculo sin dramaturgia, «ni lírico, ni pictórico, ni teatral», flamenco sin adornos, explicaba el artista ayer por la tarde en Palma, hasta donde se trasladó desde Madrid para presentar el espectáculo que podrá verse en el escenario «moderno y de gran capacidad» del Trui Teatre.


Artistas jóvenes


Si en las primeras funciones de Mano a mano a Antonio Canales le acompañaba José Maya, quien actualmente «está en el banquillo y volverá a actuar conmigo al final de gira», ahora su compañero es Amador Rojas, «un chico autodidacta, que se transforma y que, a pesar de haber estado en mi escuela, no lo parece, no me imita». Este bailarín, también sevillano, es otra apuesta de Canales por los artistas jóvenes, «para que la gente pueda ver a las nuevas evidencias del flamenco».


El espectáculo enfrenta a dos grandes bailaores, pero «con diferentes puestas en escena». En la mayoría de ellas, «mucho monólogo y poco diálogo» entre ambos, que sí coinciden ante el público en dos movimientos. «Tenemos formas diferentes de trabajar, Amador es 'biorgásmico', una crisálida, uno de los mejores exponentes del flamenco». Así describió Canales a este joven que «no deja indiferente a nadie» y cuyo estilo recuerda al de Carmen Amaya o Lola Flores.


El Premio Nacional de Danza 1995 tiene memoria histórica, recuerda una juventud en la que el sector no le respaldó, «me las vi canutas». Por ello, se propuso ayudar a aquellos que intentan arrancar su carrera, no sólo apadrinando el debut de algunas promesas, como Sara Baras o Juan de Juan, también a muchos de los alumnos que pasan por su centro de formación en Madrid. «Tengo 300 alumnos, unos 50 no me pagan porque sus familias no pueden», dice. Pero no quiere perder por ello a futuros grandes bailarines, matarle la ilusión a unos niños que «me tienen que traer unas notas impolutas, sino no hay danza», comentaba. Le gusta enseñar y a diferencia del maestro Antonio Gades, «yo sí tengo paciencia», aunque «la docencia me da dolores de cabeza, mal de amores y pierdo dinero».


Despedida


En Palma, confesó que tiene la mirada puesta ya en la retirada y que este podría ser su último año como bailarín «en activo». Pero, antes, seguirá con la gira de Mano a Mano hasta diciembre, volverá a trabajar en cine con el director franco-argelino Tony Gatlif y acabará un libro de diez cuentos «para niños mayores», que editará Planeta. Todo será previo a Renacimiento, un proyecto interactivo en el que le acompañará el artista Carlos San Vicente que «irá pintando trazos sobre una pantalla, mientras yo bailo». «Será mi despedida».