El historiador y experto en tradiciones Gabriel Llompart. | J. J. Monerri

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El ball dels Cossiers tiene todas las papeletas para conseguir la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC). Así lo confirmaron desde Patrimoni del Consell, donde aseguraron que reúne «los requisitos necesarios», pero que están a la espera de que se apruebe el reglamento de fiestas populares de la Llei de Cultura Popular. Esta protección la solicitó inicialmente el Ajuntament d'Alaró, pero se haría extensiva a la tradición en general. Una tradición que, según el historiador Gabriel Llompart, experto en el tema, no sólo merece dicho reconocimiento, sino que, además, estos balladors deberían contar con un monumento. No en vano «llevan 500 años en la Isla, y 500 años ¡No son una breva!», comenta.

-¿Usted apoya que los Cossiers sean declarados Bien de Interés Cultural?

-La corriente de opinión surgida recientemente a favor de un reconocimiento de la tradición de esta danza debería ser atendida por las autoridades. Si se me permite una comparación, diría que estos danzantes, que en su día tuvieron casa y posada en Ciutat, y hoy sólo en el resto de la Isla, han sido los principales cooperantes de la fiesta en Mallorca. Y la fiesta no es sólo mito sino también mimo, no sólo solemnidad, sino también expansión, no sólo reconocimiento de valores, sino también liberación del ánimo.

-¿Podía explicarnos qué o quiénes son los cossiers?

-Los Cossiers han sido el más extendido y divulgado grupo de danzantes populares de nuestra historia. Llevan 500 años de existencia en la Isla desde que desembarcaron en Sóller a mitad del siglo XVI. A mi juicio no sólo se les ha de reconocer su mérito, sino que se les ha de levantar un monumento real y verdadero, tomando conciencia de los cientos y cientos de ciudadanos maduros, jóvenes y niños que han aceptado a lo largo de los años sacrificar parte de su tiempo en aras de animar y alegrar a sus convecinos.

-Para los no iniciados. ¿En qué consiste esta danza?

-Se trata de grupos de danzantes en número par, normalmente seis, acompañados de una mujer o dama, y un corrector de filas en figura de demonio, que ejecutan evoluciones y saltos acompasados al son de unos músicos. De todos modos, ellos llevan las marchas mediante canciones que musitan y que les ayudan a seguir el ritmo cuando no disponen de músicos.

-Sus trajes son muy coloristas, incluso tienen un aspecto como arcaico, y supongo que, en el conjunto, son tan importantes como el baile.

-Llevan unos atavíos muy vistosos, parecidos a otros danzantes de la Península, y ya en el siglo XV un poeta castellano dedica una poesía a los danzantes del 'cosaute' [danzante medieval] en la que pondera las cintas multicolores que hacen volar en sus volatines. Sus danzas son variadas, según los pueblos que los han conservado. Muy conocidos son los de Algaida, Montuïri y Alaró. Pero, últimamente, muchas poblaciones han recuperado los grupos que habían perdido con el decurso del tiempo.

-Sabemos que llegaron a Mallorca en el siglo XV, pero, ¿podía darnos datos sobre su origen?

-Realmente los Cossiers no son mallorquines. Ninguna danza tradicional lo es. Todas son de origen románico y provienen de la tradición de la Corona de Aragón a través de Catalunya o Valencia. Mallorca es una isla y las islas no inventan, sino que retienen. Los Cossiers están señalados en la Catalunya nueva en el siglo XV. Incluso a mitad del siglo aparece en un inventario de Barcelona un cuadrito con los Cossiers . Llegan a Mallorca en el siglo XVI, por Sóller, y en el XVII alcanzaron su máximo esplendor.

-Resistir 500 años ya es mucho. ¿Cómo lo consiguieron?

-Todas las poblaciones con Cossiers han pasado peripecias para su conservación. Han debido tener maestros de danza como hubo maestros de esgrima para enseñar antaño a todos los estamentos de la población.

-Muchas tradiciones sufrieron prohibiciones por motivos religiosos o políticos.

-Tenían protectores. En principio, eclesiásticos, las parroquias y los conventos. Después, fueron los ayuntamientos quienes, en el siglo XIX, ocuparon su lugar tras la expulsión de las órdenes religiosas. Pero el entusiasmo ha sido el que ha mantenido a menudo la vida de los grupos, aunque a la larga todos han necesitado de unos patrones y los más fieles han sido los religiosos. Incluso el Concilio de Trento no logró contener a las danzas más de medio siglo, que renacieron remozadas. Porque desapareció el teatro religioso, pero comenzaron las procesiones y nuevas devociones colectivas.

-¿En la actualidad, cuál es la situación?

-Estamos en alza del sentimiento colectivo insular. Hemos adoptado los castellers de Catalunya. Sus equivalentes aragoneses, los retableros, que montaban castillos planos a modo de retablos, han desaparecido debido al despoblamiento de los núcleos rurales. En cambio, nuestros pueblos se han mantenido como 'dormitorios' y centros de atracción de forasteros, todo lo que sirva para cohesionar a los vecinos conviene utilizarlo.

-Pero la modernidad habrá introducido algunos cambios.

-Sí, claro, pero no tienen que ser negativos. Así que me parece bien que 'una dama' de Cossiers viva en Palma y baile en Sineu, o que los Cossiers sean pelirrojos y hablen flamenco. También la danza de Cossiers fue una adopción, pero ahora que es nuestra, es nuestro deber el mantenerla y prodigarla.