Jorge Maíz Chacón, historiador. | M. À. Cañellas

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Los judíos que vivieron en Mallorca entre 1229, cuando comenzó la conquista catalana, y 1391, año en que sucedió el asalto al call de Palma, no sólo se dedicaron a los grandes préstamos y negocios, «como se creía tradicionalmente», sino que, muchos, el 90 por ciento de la comunidad judía de Mallorca, que era la más numerosa de Balears, fueron artesanos o comerciantes.

Así lo explica el historiador Jorge Maíz Chacón en el libro que acaba de presentar titulado Los judíos de Baleares en la Baja Edad Media (Economía y política), editado por la UNED, de la que es profesor en Palma.

Utilizando fuentes económicas y políticas, Maíz Chacón centró su investigación en «la organización económica interna» de los habitantes del call, así como de las comunidades judías de la Part Forana y el resto del archipiélago, menos numerosas excepto la de Inca, «en cómo era su día a día económico».

Buscando datos sobre si los judíos de Mallorca eran «prestamistas o no, aparecieron muchos comerciantes», dice el estudioso, quien cuenta que eran una plataforma comercial entre las repúblicas de Italia, el Magreb y la Corona de Aragón, pero también estaban los que «comerciaban hacia el interior» y los que se dedicaban a la artesanía.

«Habitualmente, en la Baja Edad Media se dedicaban al sector textil y de la piel, eran sastres, colchoneros; otros se dedicaban al metal, como los joyeros, o a la fabricación de brújulas, al transporte o eran médicos». Fuera de Palma, los de la zona de Tramuntana, por ejemplo, los de Valldemossa y Esporles, comerciaban con vino y aceite.

De este modo, el historiador concluye que «sólo una pequeña minoría» ejercía el préstamo.

Los judíos eran «un grupo heterogéneo, con una organización compleja» y aunque dependían directamente del rey tenían una organización jurídica propia. En el siglo XIII «son utilizados por la monarquía para recaudar grandes cantidades de dinero y si decían que no podían pagarlas, les multaban». «El cofre de la corona», así les llamaban.