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A Mario Vargas Llosa (1936, Perú), galardonado ayer con el Nobel de Literatura, se le puede llamar con toda propiedad «señor de la palabra». Gran renovador de la narrativa en español, sus novelas han seducido a millones de personas, quizá porque su gran ambición fue siempre la de «contar una historia bien contada». Por ello y por «su cartografía de las estructuras del poder y aceradas imágenes de la resistencia, la rebelión y derrota del individuo», la Academia Sueca premia a Vargas Llosa después de veinte años de olvido de las letras hispánicas.
El nombre del escritor, que en 1993 logró la nacionalidad española, sonaba como candidato desde hacía años. Quizá por eso, por ser el eterno candidato, la noticia le sorprendió ayer. «Creía que había sido completamente olvidado por la Academia Sueca, ni siquiera sabía que el premio se entregaba este mes», dijo ayer en Nueva York. «Me alegra muchísimo, es un reconocimiento a la literatura de lengua española». «Voy a escribir hasta el último de mis días sobre lo que me estimula, defendiendo las ideas que tengo, la democracia y la opción liberal», comentó el novelista, confesando: «España me concedió la nacionalidad y eso me salvó de convertirme en un paria».
El Nobel que ayer se concedió a Vargas Llosa, quien el pasado agosto estuvo en Mallorca, reconoce una trayectoria que comenzó a deslumbrar en los sesenta con La ciudad y los perros, La casa verde o Conversación en La catedral. Luego vendrían numerosas novelas, entre ellas La guerra del fin del mundo, El hablador, La fiesta del chivo, El paraíso en la otra esquina o Travesuras de la niña mala, que le consagrarían como uno de los grandes escritores latinoamericanos y que lo harían merecedor de numerosos premios. Con La ciudad y los perros ganó el Premio Biblioteca Breve y el de la Crítica española, distinción esta última que luego recaería también en La casa verde, que también consiguió el Nacional de Novela de Perú y el Rómulo Gallegos.
Sus novelas parten de la realidad, pero, luego, el espacio y el tiempo en que transcurren «se convierten en una ficción», se emancipan del mundo real y cobran autonomía. Y ahí reside «el poder de persuasión» de sus obras, según Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española y gran experto en literatura. Sus grandes dotes como novelista, ensayista, articulista y autor teatral se han visto reconocidas también con el Príncipe de Asturias y el Cervantes.
Pero no sólo la literatura ha protagonizado la carrera del Nobel, también el periodismo y la política. Vargas Llosa nunca se negó a entrar en la batalla de «la imprescindible política», aunque eso supusiera salpicarse de fango y ganarse numerosas antipatías y enemistades, en su país y fuera de él. Quiso incluso ser presidente de Perú y compitió en las elecciones de 1990 contra Alberto Fujimori, con tan poco éxito que terminó abandonando la campaña antes de la segunda vuelta ante la aplastante popularidad de su rival. Entre acusaciones de poco patriotismo, abandonó meses después Perú para instalarse en España, donde ayer no escatimaron las felicitaciones.
El rey Juan Carlos, que se encontraba en Oporto, mostró su satisfacción por la «fantástica noticia» que supone para España la concesión del Premio Nobel de Literatura al escritor hispano-peruano Mario Vargas Llosa, del que destacó su condición de gran «amigo de España». «Le quiero mucho», subrayo el Rey. Por su parte, la ministra de Cultura, Àngeles González-Sinde, expresó su «alegría y orgullo» y dijo que el premio «favorecerá de manera multiplicadora a otros muchos escritores en castellano», quienes coincidían ayer en que este Nobel «llega muy tarde».
Los lectores de Vargas Llosa pronto podrán disfrutarlo con intensidad pues en noviembre publica una nueva novela, El sueño del celta.

CENTENARIO ULTIMA HORA

El Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, ha visitado Mallorca, en numerosas ocasiones, desde 1958. Pero, quizá, una de las visitas que el escritor y periodista peruano jamás podrá olvidar fue la de julio de 1993, cuando fue invitado por el editor del Grup Serra, Pere A. Serra, a ofrecer una conferencia durante la clausura de los actos del centenario de Ultima Hora. Una cita inolvidable, ya que ese mismo día el Consejo de Ministros le concedía la nacionalidad española por carta de naturaleza.
La presencia del escritor y su esposa Patricia en Palma generó gran expectación. El 1 de julio aterrizaban en la Isla y el novelista ofrecía una multitudinaria rueda de prensa durante la que explicaba: «Hace unos meses compartí un galardón con Pedro Serra en una universidad de Estados Unidos y allí me invitó a participar en el centenario. Y, claro, para mí es una gran satisfacción porque mi relación con el periodismo viene de lejos».
Por la tarde, el escritor visitaba el Palau de la Premsa. Y horas después, el Teatre Principal, lleno hasta la bandera de autoridades y gentes del mundo de la cultura, acogía una conferencia de Vargas Llosa. Presentado