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Julia Roberts, la sonrisa de Hollywood y la novia de América, fue ayer también la diosa del Festival de Cine de San Sebastián, donde reconoció que a veces ella misma tiene que alejarse de su halo de estrella. «No pienso en mí como Julia Roberts», dijo la actriz, que recibió el Premio Donistia a su trayectoria de manos de Javier Bardem, con quien había posado por la mañana frente a la playa de la Concha y con quien participó en la rueda de prensa de la película Come, reza, ama , que se presentó en el festival fuera de concurso.

Roberts, que ayer por la noche se mostró muy emocionada, había asegurado por la mañana estar «muy nerviosa» por el premio. «Es un honor, un privilegio, estoy emocionada y contenta y quiero expresar mi gratitud».

Julia Roberts sabe que es una especie en extinción, y a la pregunta de si las estrellas se están apagando en Hollywood, responde que «el negocio realmente ha cambiado desde que empecé». «Entonces podías cultivar tu carrera y se permitía construir tu estrellato paso a paso. Ahora tienes que explotar en escena y mantenerte, algo que me parece imposible y, desde luego, poco atractivo».

«He podido ir y venir para dedicarme a mi familia y las productoras siempre me han recibido bien. Y me han dejado llevar a mis hijos a los rodajes», dijo sobre su vida actual. Para Come, reza, ama tuvo que dejar el hogar durante varios meses para rodar ese viaje espiritual escrito por Elizabeth Gilbert en Bali, India e Italia, pero su familia apoyó su decisión. «Estoy rodeada de muy buen equipo», confiesa. Y hablando de compañeros de viaje, es Javier Bardem quien la seduce esta vez en la ficción con acento portugués: «Estoy elucubrando, pero creo que a Javier le gusta interpretar papeles oscuros e intensos porque así oculta mejor su verdadera manera de ser: es afectuoso, delicado y encantador».