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El libanés Amin Maalouf (Beirut, 1947), que vive exiliado en Francia desde 1976, obtuvo ayer el premio Príncipe de Asturias de las Letras por una obra que, «frente a la desesperanza, la resignación o el victimismo», traza una línea propia «hacia la tolerancia y la reconciliación» y «un puente que ahonda en las raíces comunes de los pueblos y las culturas». Está considerado una de las voces más importantes de la literatura árabe y defensor de la diversidad cultural y de los valores universales frente al fanatismo.
Para el jurado, presidido por el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, el autor de León el africano o Samarkanda, «ha logrado abordar con lucidez la complejidad de la condición humana» utilizando un lenguaje «intenso y sugerente». Su obra sitúa al lector «en el gran mosaico mediterráneo de lenguas, culturas y religiones para construir un espacio simbólico de encuentro y entendimiento».
Después de trabajar como redactor jefe de la revista Jeune Afrique, en 1983 publicó su primer libro, Las Cruzadas, vistas por los árabes, al que siguieron obras marcadas por su experiencia de la guerra civil libanesa, hasta que en 1986 publicó su gran éxito, un relato sobre las aventuras y desventuras de Hassan al-Wazzan, un viajero del siglo XVI conocido como León el Africano. En 1999, publicó Identidades asesinas, un ensayo de denuncia de la locura que incita a matar en nombre de una lengua, etnia o religión y, con su siguiente novela, El viaje de Baldassare (2000), volvió a situar al protagonista en una encrucijada de culturas y experiencias entre Líbano y el Londres de 1666. Su obra está traducida a más de 20 idiomas.