Concierto en Palma de Alejandro Sanz. | Teresa Ayuga

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La gira Paraíso Express de Alejandro Sanz rubricó un paso sísmico por el escenario balear. Supeditado a su infalible poder de convocatoria, el madrileño concentró a más de ocho mil personas en el recinto del Palma Arena para trazar una hoja de ruta ceñida al recorrido por sus títulos clásicos, así como la ineludible presentación de los diez nuevos cortes integrados en su más reciente LP, Paraíso Express (2009).
Los más rezagados pudieron comprar su entrada durante toda la jornada de ayer hasta apenas minutos antes de la hora prevista para el inicio del concierto, cuando la organización puso a la venta un remanente de 300 entradas y el público hacía cola para adquirirlas.
Entre las curiosidades del aforo, mencionar la denominada 'zona paraíso', un recinto cerrado y habilitado como VIP, limitado al público que adquirió las localidades de 100 euros; también que se habilitó un espacio para las personas con minusvalías, que el público ocupaba hasta la zona más alta del graderío o que se abrieron los balcones para que los fumadores pudieran 'echarse un cigarro'.
Fue una noche de calor y abanicos, de padres con bebés y de un número mayor que el habitual de puestos de avituallamiento, comida y bebida, para las que, suponemos al inicio de esta crónica, serían las 8.300 personas previstas las que, finalmente, llenaron el recinto.
Sanz, que salió vestido con vaqueros, deportivas blancas, americana remangada y camiseta, fue recibido con vítores ensordecedores y comenzó su actuación con Mi Peter Punk, para seguir con Lo que fui es lo que soy y Desde cuándo. Estaba previsto que su Corazón partío fuera en sexto lugar.
En el impresionante escenario, se confirmaba lo que estaba anunciado, impactantes juegos de luces a base de sofisticada tecnología que simulaban lluvia, cohetes que salían desde abajo.
En definitiva, al cierre de esta crónica, su show, enmarcado en una escenografía impactante, desplegaba una potencia de sonido superior a los 200.000 watios sobre un escenario de más de 350 m2, en el que una gigantesca pantalla dotada de tecnología 3D proyectaba imágenes con diferentes dimensiones ópticas. Y en el apartado musical, Sanz, como prometió, sonaba más rockero.