Francesc Antich contemplaba, ayer en Ginebra, la cúpula que Miquel Barceló ha creado para la Sala de los Derechos Humanos de la ONU.

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Ha hecho correr ríos de tinta. La polémica incluso llegó al debate de presupuestos del Congreso de los Diputados por su elevado coste de veinte millones de euros. A partir de hoy serán el paso del tiempo y el mundo sus mejores jueces. Los Reyes inauguraron ayer la remodelada sala de los Derechos Humanos y la Alianza de Civilizaciones del Palacio de las Naciones en Ginebra. Lo hicieron acompañados por el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon; el presidente de la confederación Helvética, Pascal Couchepin; el presidente José Luis Rodríguez Zapatero; el ministro Miguel Àngel Moratinos y un largo séquito de políticos y diplomáticos, entre los que se encontraba el president Francesc Antich, hasta superar el aforo de la citada sala, 700 plazas.

En un discurso ligero de contenido, el Rey puso especial énfasis en la «indudable belleza y fuerza expresiva» de la cúpula creada por Miquel Barcelo que articula la remodelación de dicho espacio. Una «composición increíble por sus formas sugerentes y colores» que «resalta de forma extraordinaria el carácter global», tanto de la obra en sí como de la función que cumplirá la nueva Sala de la Alianza de Civilizaciones, en palabras del Monarca.

En una intervención apasionada y entregada. Zapatero se refirió a Barceló como «nuestro genio contemporáneo», destacando que este «genio español ha creado un espacio personalísimo y conmovedor, una metáfora del mundo, de su complejidad» y «una escultura pictórica capaz de interpelar al mundo».

Hasta ocho intervenciones precedieron al descubrimiento de la placa inaugural de la sala. Entre ellas, sólo hubo unos momentos de distensión, que Barceló también protagonizó.

El primero, cuando el artista presentó su obra leyendo un pequeño texto de forma continuada en tres idiomas. Primero, en francés; después, en catalán y, finalmente, en castellano. Cuando pasó del francés al catalán, creó un problema a la traductora, quien dejó de traducir tras percatarse de que lo que escuchaba no sonaba a francés.

El segundo se vivió durante la emisión del vídeo documental que explica la ejecución de la obra. Con su visionado, hasta los Reyes se sonreían. Durante su discurso, don Juan Carlos había destacado que Barceló consigue despertar en ellos una «especial admiración» y ayer, durante la proyección, con toda seguridad se incrementó ese sentimiento. La imagen que ofrecía el artista, ataviado como si fuera un mecánico submarinista, patinando sobre ingentes cantidades de pintura y armado con una descomunal manguera disparando la pintura hacia el techo, mientras que una gran parte se le derramaba encima, ofreció un momento tragico-cómico. Fue la manguera que se utilizó en el túnel del Montblanc.

La obra requirió no sólo creatividad, sino también ingenio industrial, como sostuvo el ministro Moratinos, quien se centró en el aspecto simbólico de esta remodelada dependencia que presentó como «el recinto de negociación más moderno de todas las Naciones Unidas». Ban Ki-Moon cerró los discursos deseando que la cúpula sirva para «despertar la imaginación de todos los delegados que en ella tendrán su lugar de trabajo».