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Fue una sorpresa inesperada y una actuación poco usual. El mago Hausson animó la velada en el museo, pero, sobre todo, realizó un espectáculo que guió al público por el mágico e irónico universo de Joan Brossa. Y es que Hausson, además de artista, fue amigo del creador a quien el museo dedica su quinta exposición temporal y en la actualidad dirige en Barcelona el Espai Escènic Joan Brosa.

Trucos de ilusionista, de magia pura y dura, pero, también, anotaciones intelectuales, guiños irónicos al arte, a la creación o al mundo en que vivimos. ¿Entenderlo? No hizo falta porque su magia fue para todos los públicos, en ocasiones: cuerdas con nudos; aros que se unen y desunen; bolas que se tragan y aparecen de nuevo; letras, cómo no en un montaje dedicado a Brossa; juegos de cartas; un paraguas que no era paraguas; telas que se convierten en un enorme guante... ¡Señoras y señores, esto es la magia!

De fondo, música de cabaret, un saxo que suena a lo lejos... Ya lo dijo una voz en off... ¡Déjense llevar por la ilusión! porque, al fin y al cabo, abrir los sentidos es la única manera de disfrutar del arte y, por supuesto, de la magia.

Hausson salió ante el público con la elegancia de los mejores, vestido impecablemente de negro, con chaqué, zapatos de charol y pajarita de colores. En un escenario digno de un gran concierto, el Aljub se preparó no para el arte plástico, sino para el de las variedades, en relación, eso sí, con el arte de Brossa. Luces apagadas; música de fondo; silencio en las trescientas butacas. Hausson se disponía a presentarnos lo que había descrito no como un espectáculo de magia corriente, sino como un espectáculo en el que se combinan «acciones de poesía escénica creadas especialmente por el poeta, Joan Brossa, con números propios de manipulación al estilo del cabaret inglés y que tienen en el ilusionismo su parte más importante».