A la sombra de los hornos de botella que presiden la Casa de la Cultura Giralt Laporta, todavía se respira la historia de una industria olvidada que hoy vuelve a encenderse con la apertura del expediente para declarar Bien de Interés Cultural (BIC) los restos de la antigua fábrica de lozas de Valdemorillo.
La Comunidad de Madrid ha iniciado este trámite también para la antigua fábrica de cervezas El Águila, en la capital, con el objetivo de proteger ambas instalaciones en la categoría de Sitio Industrial. En esta localidad de la Sierra Oeste madrileña, el Gobierno regional busca preservar los vestigios de la antigua fábrica de lozas: sus tres hornos --Vulcano, Moisés y Progreso--, el pudridero de caolín y la torre de la bomba de agua, según recoge el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid (BOCM), consultado por Europa Press.
En 1752, Valdemorillo figuraba en el Catastro del Marqués de la Ensenada como un enclave de tejares y alfares, gracias a las ricas arcillas caoliníferas del río Aulencia. En este contexto surge en 1845 la 'Sociedad Falcó, Calleja y Compañía', fundada por Juan Falcó, ceramista formado en Alcora, Madrid y Sevilla, y su socio, Felipe del Callejo, con un objetivo claro: producir loza fina española que rivalizase con las importaciones europeas.
A golpe de capital local (35.000 reales) y de explotaciones mineras subterráneas, la fábrica empleó por aquel entonces a más de 200 personas en una población de apenas 1.700 habitantes. Con una producción que abarcaba desde vajillas y jarrones decorativos hasta sanitarios y servicios de café, la fábrica vivió varias etapas de esplendor, incluida una reinvención a finales del siglo XIX a cargo de Juan Falcó Sancho, hijo del fundador, que modernizó las técnicas y multiplicó la producción hasta superar el millón de piezas anuales.
Hornos que marcaron una época en la localidad
A día de hoy, los tres hornos de botella son el corazón visible del patrimonio de la fábrica. Construidos en ladrillo visto, con planta circular y coronados por altas chimeneas, estos hornos --el imponente Vulcano (1845) y los posteriores Moisés y Progreso (década de 1920)-- son un testimonio excepcional de la arquitectura industrial cerámica.
A su lado, el pudridero de caolín, antigua nevera reutilizada, revela el sofisticado proceso de preparación de las pastas cerámicas que exigía la producción de loza fina.
Completa el conjunto la torre de la bomba de agua, posiblemente de cimentación medieval, que garantizaba el suministro hídrico para los procesos fabriles, y parte del muro perimetral original que aún delimita fragmentos de la parcela.
La comercialización de la marca valma
Tras un incendio y las dificultades impuestas por la llegada del ferrocarril --que facilitaba las importaciones extranjeras--, la primera fábrica cerró en el año 1914.
La actividad resurgió al año siguiente, bajo la dirección de Juan Giralt Laporta, que orientó la producción hacia vidrio de laboratorio y loza dura, consolidando a Valdemorillo como la primera productora española de vidrio resistente al fuego, comercializado bajo la marca VALMA.
La fábrica fue destruida en la Guerra Civil salvo los tres hornos principales de producción cerámica, el pudridero de caolín y el torreón utilizado como bomba de agua, conservándose todos a día de hoy. Tras el conflicto, la producción no se retomó en Valdemorillo y, finalmente, la familia Giralt Laporta cedió el terreno de la antigua fábrica en los años 90 para la construcción del actual centro cultural.
Así, los elementos conservados ya forman parte de la Casa de Cultura Giralt Laporta y de la Cueva Museo de Cerámica y Vidrio de Valdemorillo (CUMVAL), espacios que custodian piezas originales y mantienen viva la memoria de este capítulo industrial del municipio.
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