El Festival Sonidos en la Naturaleza (SoNna Huesca), que organiza la Diputación Provincial de Huesca (DPH), gira este fin de semana por la comarca de la Ribagorza con una triple propuesta musical que recorre los enclaves de la ermita de San Medardo de Benabarre, los bosques de Castejón de Sos y el Molino de Centenera, en La Puebla de Fantova (Graus). Los protagonistas en esta ocasión son los marroquíes de Aïta Mon Amour, la catalana Clara Peya y la burgalesa Blanca Altable. Los conciertos del viernes y el sábado están programados a las 19.30 horas y el del domingo a las 12.00.
La primera cita del fin de semana llega el viernes con la presencia de Aïta Mon Amour, el grupo marroquí liderado por Widad Miama. Este proyecto musical nace de la fascinación que Widad Miama tenía por las Chikhates, mujeres cantantes y curadoras en la tradición marroquí, cuya existencia se remonta al siglo XII, ha informado la DPH.
Aïta mon amour es el nombre de la nueva creación de Widad Miama, en colaboración con Khalil Epi, en el que rescatan del olvido esta antigua poesía para hacerla resonar en la era contemporánea y digital.
Como si fuera un paso de antorcha o de testigo entre varias generaciones, Widad crea una narrativa musical a partir de poemas y canciones de Aïta, esa tradición marroquí, combinación sensual de música y danza protagonizada por coros femeninos.
Se trata de un arte exclusivamente oral que proviene de la sociedad rural y que ha mutado con el tiempo debido a las omisiones que llegan con la transmisión oral. Fiel al espíritu y a la fuerza de los orígenes, Aïta mon amour es una apuesta fuerte, conmovedora, un viaje a la historia de aquellas mujeres que Widad ha sabido encarnar.
El emplazamiento elegido para esta música ancestral actualizada es la ermita de San Medardo de Benabarre, situada en las afueras de la localidad ribagorzana a apenas dos kilómetros de su centro histórico. La ermita está situada en un amplio parque.
Cuenta la leyenda que fue un buey el que día a día bajaba del monte para ir a escarbar en el mismo punto. Extrañados por la conducta del animal, unos pastores decidieron completar el trabajo del buey y cavaron hasta encontrar la arqueta con las reliquias de San Medardo, patrón de Benabarre, al parecer enterradas allí por el mismísimo Carlomagno.
La emita hexagonal de San Medardo se construyó para conmemorar el hallazgo. Adosada a la ermita y la casa del ermitaño hay una fuente que aprovecha el manantial que al parecer surgió cuando aparecieron las reliquias del santo. El agua brota de dos cabezas de buey hechas de bronce, que recuerdan la leyenda que dio origen a la ermita.
Clara peya en los bosques de castejón de sos
Al día siguiente, la caravana del V SoNna Huesca se desplaza ligeramente al norte para recalar en los bosques de Castejón de Sos. El bosque elegido para este espectáculo está situado en las inmediaciones del río Ésera, entre los barrancos de Gabás y Urmella, más cerca de la pedanía de El Run, que de Castejón de Sos, de donde parte el itinerario que hará el público hasta el bosque.
El punto de encuentro está situado en el espacio urbano de Castejón de Sos donde se ubica un parque infantil y el crucero de término de la localidad, en la calle Ral. El camino se inicia por la calle San José en dirección al barranco de Urmella y el bosque, un magnífico pinar que apenas deja espacio a robles y abedules.
Clara Peya está considerada una de las creadoras más originales y únicas que han aparecido en los últimos tiempos en la escena musical de nuestro país. Vanguardista y transgresora, Clara Peya es musicalmente inclasificable, pues bascula entre el jazz, el pop y la electrónica, manteniendo como eje de su espectáculo el piano. Fue reconocida con el Premio Nacional de Cultura 2019 por su carrera musical y compromiso social.
En el bosque de Castejón de Sos estará compañada de Santi Careta, guitarrista, compositor y productor. Su lenguaje cruza las fronteras del jazz, pop-rock o música experimental y conecta mundos como la clásica y la electrónica.
En este proyecto Peya y Careta se unen para redescubrir la discografía de la pianista, reinterpretando temas ya publicados y descubriendo otros inéditos, en un juego de creación conjunta desde el propio instrumento.
Ambos artistas, a partir de su recorrido y sus emociones, encuentran en la experiencia de tocata compartida una nueva vía de experimentación y expansión de sus voces, ya eclécticas e inclasificables por naturaleza.
Blanca altable en el molino centenera (graus)
La última cita del fin de semana es un concierto matinal el domingo a cargo de la burgalesa Blanca Altable, que ya fue programada en la tercera edición del SoNna Huesca en 2022 en la ermita de San Juan de Peralta de Alcofea. Aquel recital fue interrumpido por unas rachas de viento huracanado que hicieron imposible continuar, apenas un cuarto de hora después de haberse iniciado. Ha sido la única suspensión en cinco ediciones y la organización del festival quería quitarse el mal sabor de boca.
Altable es una de las poca violinistas del entorno de la música tradicional castellana. Comienza su andadura en solitario con el álbum Somos Polvo (2021), donde además de profundizar en la posibilidades sonoras de su violín, se inicia en la exploración del 'loop', como pieza angular de su sistema compositivo, y de su voz.
Dos años después llegó Las Formas del Agua (2023) como una evolución palpable de esta exploración. Altable teje en esta oda al fluido vital una sinfonía de sonido post folk y post minimalista, donde la belleza se entrelaza con la vanguardia de manera exquisita a través de las capas de su violín, voz y percusión.
La música castellana destaca por su visión creativa al rescatar el repertorio de dulzaina de su abuelo y adaptarlo al violín, y también al componer piezas originales que fusionan ritmos tradicionales y contemporáneos para deconstruir el folklore.
El escenario elegido para esta ocasión es inédito en el SoNna Huesca: el Molino Centenera, en La Puebla de Fantova (Graus). Imbricado en el ancestral sistema económico y de subsistencia del entorno, fue molino de cereal, de aceituna (almazara), horno de pan y central hidroeléctrica, desde la que se generaba la luz que iluminaba los pueblos del valle hasta los años 70. El molino está ubicado en una finca de más de 3.000 m junto al barranco de Pinares, muy cerca de La Puebla. Cotiella y el Turbón dominan el paisaje.
A punto de desmoronarse, el conjunto fue recuperado por el fotógrafo y sociólogo Javier Selva con el objetivo de convertirlo en un polo y espacio cultural, que ya ha celebrado por ejemplo dos ediciones de su Vagamundos Festival, un certamen de cine de viajes y aventuras.
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