El Club Ultima Hora Valores ha contado con el Padre Ángel, todo un referente, conocido por su inmensa labor social, para impartir un coloquio sobre 'Un mundo mejor es posible'. La responsable de presentar y moderar este acto ha sido Gema Izquierdo, periodista y responsable de comunicación de la Fundación RANA. | Youtube Ultima Hora

Desde su Mieres natal al resto del mundo, la labor del padre Ángel ha tenido siempre la firme convicción de mejorar la sociedad. Ayer, el sacerdote dibujó en Palma el panorama de la solidaridad en el transcurso de la celebración del Club Ultima Hora, dentro del ciclo Valores, mientras abogaba por el inmenso poder del perdón, la familia y el cariño a los más desfavorecidos.

«Un mundo mejor no es posible, es que es real», afirmó con contundencia el padre Ángel ante un numeroso público que abarrotó el aforo del Centre de Cultura Sa Nostra. Con sesenta años al frente de la ONG Mensajeros de la paz, el sacerdote insistió en que, pese a los problemas actuales, nunca ha habido más solidaridad.

Su trabajo durante seis décadas al frente de Mensajeros de la Paz confirma que se puede mejorar el mundo a base de mucho trabajo y mucha constancia: hogares para niños huérfanos, ayuda a los refugiados, una esperanza para niños esclavos, centros de día en Latinoamérica y la revolucionaria iglesia de San Antón, en Madrid, abierta las 24 horas del día para los más desfavorecidos...

«Yo quería ser como el cura de mi pueblo, donde había muchas muertes por la mina, y él consolaba a las viudas y a los huérfanos», recordó con un marcado acento asturiano el padre Ángel. Presumió de ser un ‘cura vago’, una acepción para aquellos sacerdotes que no tenían parroquia, ya que su primer trabajo fue el de crear hogares para los huérfanos de los hospicios. «Al salir del seminario los veía con el pelo cortado al cero, esos niños tristes... ¿por qué no podían vivir en hogares?». Comenzó así la andadura de Mensajeros de la Paz, creando los primeros hogares en Asturias.

El padre Ángel, durante su intervención en un acto que congregó a un buen número de entusiastas.
El padre Ángel, junto a la periodista y responsable de Comunicación de la Fundación Rana, Gema Izquierdo. Foto: M.À. Cañellas

Desde entonces, el padre Ángel insistió en «integrar a estos niños en la sociedad. No son exalumnos, son familia». Por sus hogares han pasado más de 40.000 niños y más de 20.000 personas mayores. «Recuerdo al primer niño que vino en autobús desde Galicia, se llamaba Cirín y tras saludarle y darle un beso, le pregunté, ‘¿qué es lo que más te ha gustado del viaje?’. El niño me contestó: ‘Que me dieras un beso al bajar’. Tenía siete años y nunca le habían dado un beso en el hospicio».

La iglesia de San Antón es su gran proyecto, que abre las 24 horas del día para atender a las personas más desfavorecidas. «Allí están desayunando, tomando café y charlamos. Todos nos dan las gracias por escucharles», recordó el padre Ángel, que consideró que la soledad es el principal problema de la sociedad.

Y mostró especial inquietud por los más mayores. «La soledad la sufren muchos. Igual tienen hijos o nietos y no quieren saber nada de ellos. Se puede tener problemas con la pensión o la salud, pero el mayor problema es la soledad. El remedio contra ella no se vende en farmacias, sino en los puestos de escucha, en las iglesias». El Teléfono Dorado, otra de sus iniciativas, cuenta con un buen puñado de voluntarios que llaman a personas mayores que viven solas: «Hay que saber escuchar las historias de los mayores».

El padre Ángel abogó por una Iglesia cercana a los más desvalidos y señaló que «me gusta confesar, pero como dice el papa Francisco, que no sea una tortura. Perdonar es lo más gratificante». Entre las penitencias que propone a sus confesados, siempre con espíritu solidario y práctico, está la de donar sangre o dar de comer a quien lo necesite. El sacerdote no esquivó ninguna pregunta incómoda y habló sin tapujos: «Atacan a la Iglesia por pederastia y tienen razón. Hay que avergonzarse, pedir perdón y reparar, pero la Iglesia ha sido pionera en obras sociales. Siempre han sido los primeros en atender a los enfermos de sida, ébola o a los refugiados. Esto también es la Iglesia. Pero tenemos que avergonzarnos, pedir perdón y reparar el daño».

También tuvo palabras para los políticos. «Son de carne y hueso. Se creen semidioses y hay que bajarles del pedestal. Es más fácil tirarles de las orejas si voy escoltado con niños», señaló. Y explicó que cada Nochebuena organiza una cena para los sintecho en lugares tan simbólicos como «el Ayuntamiento de Madrid, el Casino, el Círculo de Bellas Artes o el Congreso. Y los diputados les sirven a ellos».

Padre Ángel

Pese a los problemas actuales, recién salidos de una pandemia y la guerra deUcrania, se mostró optimista: «Digan lo que digan, vivimos en una sociedad rica en valores. Ahora con la contienda de Ucrania, Europa entera se ofreció a acoger a los refugiados». Y en cuanto a los inmigrantes que atraviesan el Mediterráneo en patera, «no pasa lo mismo, pero somos más sensibles. Lo que pasó en Melilla es una atrocidad y pedimos dimisiones a los políticos. No perdonamos    los muertos en las concertinas». En una Iglesia en la que faltan vocaciones que puedan aliviar la falta de religiosos, el padre Ángel ofreció otra visión: «Faltan vocaciones eclesiales, pero tenemos muchísimos cooperantes y voluntarios entre los jóvenes».

Ante la presencia del obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, que estaba entre el público, el sacerdote defendió el papel del papa Francisco, «un revolucionario de la ternura, de verdad». Vestido como siempre con su bufanda y corbata rojas, se declaró «ni de izquierdas, ni de derechas. Soy de los que tienen los pies en la tierra». Al final, el sacerdote apostó por «no hacer obras heroicas para cambiar el mundo, se puede conseguir con cosas pequeñas».

El dato

Labor mundial

El trabajo de Mensajeros de la Paz se ha expandido por el mundo y ha abierto hogares para huérfanos, rescatado a niños esclavos, abierto pozos en aldeas de África y cuenta con un restaurante para sintecho. En total, cuenta con 4.000 empleados y otros 4.000 voluntarios.