La doctora González, con el Fotofinder, recuerda que para la autodetección de posibles lesiones hay que tener en cuenta la A de asimetría, la B de bordes irregulares, la C de varios colores, la D de diámetro y la E de evolución en el tiempo (picor, sangrado, textura o color) | Foto: M. À. Cañellas

El cáncer de piel es uno de los más frecuentes a nivel mundial. El melanoma tiene una incidencia de entre 7 y 10 casos por cada 100.000 habitantes y según datos de la Asociación Española de Dermatología y Venereología (AEDV) ha aumentado un 40% en los últimos años. Su principal factor de riesgo es evitable y está relacionado con las radiaciones ultravioletas, en su mayor parte procedentes de la exposición solar excesiva.

Su detección temprana y los últimos avances en tratamientos como la inmunoterapia y la terapia dirigida, han permitido mejorar las tasas de supervivencia. Los especialistas insisten en que la prevención y el diagnóstico temprano son fundamentales para reducir la mortalidad.

«La radiación solar tiene una naturaleza dual. Nos aporta innumerables beneficios, es necesaria para la síntesis de vitamina D, esencial para nuestro sistema inmune y nuestros huesos. Regula la presión arterial, mejora nuestro estado de ánimo, reduce el riesgo de desarrollar esclerosis múltiple y otras enfermedades autoinmunes como la diabetes, así como diversos cánceres como mama, ovario y próstata», explica Beatriz González, médico especialista en dermatología clínica y quirúrgica del Hospital Cruz Roja de Palma.

«El problema es que existen también numerosos efectos nocivos de la radiación solar. Los rayos UV son un potente carcinógeno, produciendo mutaciones en nuestras células y propiciando el desarrollo de cáncer de piel, incluyendo el temido melanoma. Además produce envejecimiento prematuro, y aparición de hiperpigmentaciones o manchitas», aclara.

Prevención

La doctora González subraya que «por eso es tan importante la fotoeducación desde una edad temprana. Aprender el cómo, cuándo y cuánto debemos exponernos al sol para conseguir el máximo beneficio con el mínimo riesgo», expresa la especialista.

En este sentido, recuerda que «salir al aire libre a primera hora del día y a última hora de la tarde y exponernos cada día por periodos cortos de incluso 10 minutos, bastan para aprovechar los beneficios», señala.

La dermatóloga considera también importante tener en cuenta los datos diarios de los índices ultravioleta, una medida que refleja la intensidad de la radiación UV y que podemos consultar en la web de la AEMET y en aplicaciones para el móvil. «Si el índice es mayor o igual a 3, necesitamos usar fotoprotección, buscar las sombras, evitar la exposición en las horas centrales del día, usar gafas de sol, sombreros y ropa adecuada», insiste.

La especialista incide en que lo más importante es evitar la quemadura y el enrojecimiento de la piel, para lo que se ha de promover el uso de protectores solares FPS 50+ y de tipo amplio espectro, que protejan frente a UVB y UVA. «Es importante aplicar la cantidad adecuada porque normalmente nos quedamos muy cortos. Y reaplicar cada 2 horas, después de mojarnos o de sudar», añade.

Recuerda que la fotoprotección es igual de importante en todas las edades pero sobre todo en la infancia.

«La piel de los niños es más delgada y sensible que la de los adultos, lo que les hace especialmente vulnerables Además tienden a pasar más tiempo al aire libre. La exposición solar a lo largo de la vida es acumulativa, y se cree que hasta un 25% de dicha radiación proviene de la exposición que tuvo lugar cuando éramos niños».

Señala que «las quemaduras solares en la infancia se relacionan directamente con el riesgo de desarrollar un melanoma maligno en la edad adulta».