Mar García, Marga Vidal y Marga Valero en la casa de Santa Eugènia. | miquel angel canellas

Hace 30 años, cuando el SIDA irrumpía como sinónimo de muerte y como la sombra de la drogadicción o de la homosexualidad, cuando incluso médicos y enfermeras se negaban a asistir a los enfermos, un párroco, Lorenzo Tous, y una trabajadora social, Mar García, se volcaron en atender a los numerosos afectados en Mallorca. Entonces se trataba de cubrir sus necesidades más básicas y de garantizar que pudieran morir sin dolor y con dignidad. «La pandemia de la Covid-19 me hizo recordar muchas cosas de aquellos momentos en los que los afectados morían solos, había mucho miedo y desconocimiento», expresa Mar García, presidenta de la Asociación Siloé, entidad que nació fruto de aquella labor valiente y solidaria.

Hoy Siloé cumple tres décadas en las que ha atendido a 222 usuarios, primero desde su casa de Palma, en el Jonquet y luego en la de Santa Eugènia.

Siloé Santa Eugènia

Lo celebrarán el próximo 6 de marzo en el Teatro Xesc Forteza de Palma en un acto con el que quieren recordar a todos sus usuarios, a sus familias, a sus colaboradores y a toda una trayectoria dedicada a los más vulnerables.

«Celebraremos el trabajo de todos estos años, que tenemos las casas más bonitas de Palma y Santa Eugènia, el mejor equipo humano. Celebramos el haber podido acompañar a tanta gente en su proceso de muerte... Queremos que este aniversario sea de total celebración», expresa la fundadora junto a sus dos compañeras, Marga Valero, que es la gerente, y Marga Vidal, la directora de las casas.

Nos muestran todos los árboles y plantas que rodean la casa de Santa Eugènia y que tienen el nombre «el recuerdo y la luz» de cada una de las personas que han fallecido con ellos. «Cuando empiezan a hacer el proceso eligen el árbol, la planta o la flor que quieren ser y con ese instrumento trabajamos el duelo y hacemos un trabajo terapéutico muy bonito. Creemos en la dignidad de la persona y creemos que la vida y la muerte es la misma cara de la moneda. Por ello, valoramos mucho la felicidad que supone poder marcharse bien», subraya García.

Los residentes pueden elegir morir en el hospital «pero generalmente, todos piden quedarse aquí, así que estamos con ellos durante todo el proceso», añade.

Y como «hablar de la muerte es también hablar de vida», las tres responsables de Siloé, dicen que también quieren celebrar que la enfermedad, ya cronificada, puede mantenerse a raya.

Siloé Santa Eugènia

‘Capi’, Sebastián Caparrós, fue el segundo usuario de Siloé, lleva con ellos 30 años. «Me dieron de vida dos meses y aquí estoy», relata y, entre risas, comenta que al médico que le atendía ya lo ha jubilado.

Hoy es, de entre todos los usuarios, el de mayor edad. Pero el resto también «se van haciendo mayores y el envejecimiento nos plantea nuevos retos», expresan las profesionales.

Del mismo modo, reconocen que un 70 % de los usuarios tienen problemas de salud mental y que no es fácil abordar según que situaciones. Lamentan además que aún perduran los estigmas sociales que rodean a estos enfermos y que queda mucho por hacer en este sentido.

«Seguimos luchando cada día por su calidad de vida, por su dignidad. Todos damos lo mejor de nosotros mismos», concluyen.