Sección de productos de alimentación sin gluten en el Eroski de Son Moix. | Pilar Pellicer

Entre el 1 y el 2 % de la población mundial es celíaca, es decir, no puede tomar gluten (que se encuentra en los cereales) en su dieta habitual. Además, los diagnosticados representan apenas al 25 % de los que se cree que realmente hay, lo que hace crecer todavía más las estadísticas.

La celiaquía es una enfermedad digestiva que daña el intestino delgado y altera la absorción de las vitaminas, minerales y demás nutrientes. Quien la padece sufre gases, dolor abdominal, náuseas, diarrea, fatiga o incluso anemia, entre muchos otros síntomas. De ahí la importancia de eliminar cualquier rastro de gluten de su dieta o de los recipientes en los que se cocina.

A las puertas del día nacional de la celiaquía (que se celebra el próximo martes) es preciso recordar que ser celíaco no sólo repercute en la alimentación de cada uno, sino también en la de la familia con la que se convive, a los hábitos sociales y, sobre todo, al bolsillo. Diversos estudios realizados por la Federación Española de Asociaciones de Celíacos estiman en un incremento de 900 euros más al año el precio de la cesta alimentaria.

«Y eso es sólo para una persona, luego está el problema añadido de la familia que, para evitar el contacto cruzado, debe comer también este tipo de productos sin gluten», señala Juan Antoni Oliva, presidente de la Asociación de Celíacos de Balears.

El pasado viernes se conocía que el Índice de Precios de Consumo (IPC) registraba en abril, en Balears, el mayor incremento en tasa interanual del Estado, con una subida de 1,2 puntos, hasta el 4,6%, siendo los alimentos los que registraron el crecimiento más importante, de hasta un 13% respecto abril de 2022. Si bien «la inflación nos afecta a todos por igual, para nosotros el precio de un producto específico sin gluten puede llegar a un 100 o 200% más», señalan desde la asociación. En una relación de precios facilitada por los supermercados Eroski se observa que el precio medio de los alimentos sin gluten es un 51 % más caro que los que lo llevan.

Y es que el supermercado es el primer frente de batalla de los celíacos pero, aunque en los últimos años la industria ha ido incorporando una mayor variedad de productos, el gluten o sus trazas no se están sólo en el pan o la pasta, que es lo más conocido, pueden haber hasta en las especias.

No sólo eso (y aquí hay un segundo frente) «un pescado que se ha hecho en una sartén, en la que antes se ha cocinado algo con gluten, también puede ser dañino», añade Oliva.

La celiaquía es una enfermedad multisistémica que presenta diferentes síntomas en función de la edad. Produce una respuesta autoinmune «que hace que el organismo se ataque a sí mismo, allí donde esté el gluten». Incluso los alimentos con trazas pueden ser dañinos, «todo lo que esté por encima de los 5 partes por un millón puede producirnos reacción». Y he ahí otra de sus batallas: la publicidad engañosa.

«En Palma había un pizzería que ofrecía productos sin gluten, compramos una porción y la mandamos a analizar y tenía muchas trazas», lamentan desde la entidad de pacientes.

Asociación de celíacos

La comprobación de aquello que se ofrece en los restaurantes es una de las muchas acciones que lleva a cabo la Asociación de Celíacos de Balears que ahora quiere darse a conocer pues de los cerca de 11.000 afectados que se estima que hay en las Islas, apenas 342 se han asociado.

«En la alimentación hay modas, o convicciones personales. Ser vegano o vegetariano es una opción que pueden dejar si quieren pero nosotros somos enfermos, y a veces nos miran como si les diéramos más trabajo por capricho», explica su presidente que pide el apoyo de la restauración y de las administraciones públicas.

«Mi hija, siempre alegre y contenta, de un día para otro tenía cambios de actitud, picos de mal humor»

Cuando Laia Seguí tenía 3 años sus padres se dieron cuenta de que «a mi hija, siempre alegre y contenta, le pasaba algo». De un día para otro, «tenía cambios de actitud, picos de furia y de mal humor», explica su madre, Catalina Cañellas. En un mes adelgazó dos kilos, estaba cansada, no quería jugar, se quedaba sentada en los cumpleaños... «Le hicieron una analítica y salían triglicéridos, colesterol, azúcar... Eran los resultados de una señora de 70 u 80 años», indica. Su diagnóstico no tardó en llegar y lo hizo con un cambio de vida, «tiras todo lo que tienes en casa, limpias, compras el menaje nuevo...». La familia entera asumió el cambio y ahora, «lo lleva con naturalidad», pese a que «tiene momentos de frustración».

«He ido a Urgencias pensando que tenía un infarto, con dolor de pecho, de espalda, de brazo o de estómago»

Le diagnosticaron hace dos años pero cree que toda la vida ha padecido la enfermedad sin saberlo. Juan Antonio Oliva ha tenido siempre problemas: «Inflamaciones, gases, muchas historias...» Sin que nadie supiera qué era. «He ido a Urgencias pensando que tenía un infarto, con dolor de pecho, de espalda, de brazo o de estómago, con gases…», relata. No fue hasta hace dos años cuando su vida cambió. «He pasado de estar una semana bien al mes, a estar dos días mal de cada dos o tres meses por un contacto cruzado o algo similar». Asegura que ahora «la salud está estupenda» pero el bolsillo dañado, pues esta enfermedad no sólo afecta a la cesta de la compra, también a la socialización. Tras su diagnóstico ha terminado presidiendo la Asociación de Celíacos de Balears.