El mar es imprescindible en verano, pero también existen otras muchas opciones.

Se acabó el curso, se acabaron los madrugones, los desayunos apresurados, las mochilas a reventar, el '¡no te olvides la bufanda!'. El verano es territorio infantil, un época para disfrutar de la playa, del tiempo libre y de los amigos. Pero también es un tiempo para seguir aprendiendo, para completar la educación regular y consolidarla, o descubrir nuevas áreas de formación que estimulen a los pequeños y les abran nuevos mundos.

Las escuelas de verano hace tiempo que dejaron de ser un simple ‘aparcamiento’ para niños y niñas y se han convertido, con los nuevos modelos y valores educativos, en un amplio abanico de propuestas, con empresas muy especializadas y las mejores garantías de calidad, seguridad y excelencia en los contenidos y actividades. Las tradicionales siguen teniendo plena vigencia y se basan en aprovechar la asistencia de los pequeños para repasar asignaturas más flojas, ampliar conocimientos en otras o disfrutar de unas semanas activas llenas de deporte, pero cada vez más padres ven en las escuelas de verano la oportunidad de dar a sus hijos algo nuevo y original de lo que disfrutar durante los meses de pausa escolar.

Los idiomas son una de las temáticas principales de los campamentos de verano. Muchas familias se decantan por ellos y apuestan por modelos inmersivos que aceleren las competencias de sus hijos. Los más comunes son los de inglés, francés o alemán, lenguas habituales desde hace décadas. El campamento de inglés es casi un género en sí, con posibilidad de aprender surf, deportes de aventura o hípica en un ambiente 100 % angloparlante. Pero para los que busquen una mirada más lejana, también se pueden encontrar de chino mandarín. Los de deportes, sobre todo de agua, comparten popularidad con estos y ofrecen diversión, siempre segura, y sobre todo sensaciones refrescantes. También son muy populares los de manualidades, en los que dibujo, pintura o escultura pueden compartir espacio con juegos de mesa o lecturas. Pero como la variedad de gustos e intereses es muy amplia, las escuelas y campus de verano ofrecen otras muchas alternativas.

Los libros no tienen porqué ser ajenos a las escuelas de verano y como buen ejemplo está la posibilidad de poder ser parte de un campamento dedicado al más famoso de los niños magos que ha dado la literatura. El teatro también es protagonista de varias propuestas, que van desde su forma más tradicional, hasta la tendencia más moderna, la del teatro musical, del que se pueden encontrar muchas y variadas escuelas que unen los atractivos de la interpretación, la danza y la música. Magia, circo con malabares o acrobacias son otras de las habilidades que los pequeños pueden adquirir y desarrollar en programas especializados en estas artes escénicas. En torno específicamente a la música también giran varios tipos de campus. La música clásica, las corales, las música de raíces mallorquinas o el más enérgico rock son solo algunas de las posibilidades para un verano a todo volumen.

Todo un clásico del verano son los campamentos de fútbol, algunos con la presencia de ilustres del deporte, pero también se pueden practicar deportes no tan mayoritarios como el golf, el surf, el kite surf, la hípica, el snorkel, el kayak u otros tan intensos como el barranquismo, la escalada o el rappel. En contacto con la naturaleza se puede estar también desde otra perspectiva, la de los trabajos del campo y su cultura. Los niños pueden encontrar fascinante esquilar a una oveja, ordeñar una vaca o cultivar un huerto, al tiempo que conocen juegos tradicionales y diversos aspectos etnográficos. La ciencia también tiene su hueco y para atraer a los jóvenes a su tan apasionante como poco conocido mundo, se organizan, según la edad, cursos de verano en los que la física, la química, la robótica o la programación demuestran que pueden ser tan divertidos y estimulantes como cualquier deporte.

De todo lo anterior se extrae la conclusión de que las escuelas de verano pueden centrarse en temas de lo más insospechado y adaptarse a los gustos y personalidad de cualquier niño. Si su hijo o hija necesita adrenalina, sol y diversión, los encontrará, pero si por el contrario lo suyo es la calma, también puede hacer algo de yoga y meditación (de los que también hay escuelas de verano), y después preparar con paciencia alguno de los suculentos platos que haya aprendido a cocinar en alguno de los campamentos para pequeños chefs y maestros de los fogones.