Andrés Vidal, presidente de la Asociación Balear de Distribuidores de Automóviles. | Ultima Hora

Es incuestionable que el sector automovilístico está cambiando y tiene que seguir cambiando con vistas a una movilidad más sostenible que nos ayude a preservar el medio ambiente junto a otras acciones. Andrés Vidal, presidente de la Asociación Balear de Distribuidores de Automóviles, nos habla de la evolución que está viviendo este mercado.

Parece que la sociedad es cada vez más consciente de la importancia de la sostenibilidad, ¿se refleja esto en las ventas de coches eléctricos o híbridos?

—El mercado del automóvil ha estado marcado en este año por los efectos económicos y sociales de la pandemia de la COVID-19, esto ha hecho que las ventas hayan sufrido un desplome sin precedentes en toda España (-35,29%) y de una forma especial en nuestra comunidad autónoma (-47,5%), arrastrados por la dependencia de nuestra economía del sector turístico. Aún en este escenario, los únicos segmentos del mercado que han aguantado los volúmenes de venta, e incluso han mejorado, han sido los vehículos con algún tipo de electrificación en sus sistemas de propulsión (híbridos, híbridos enchufables o eléctricos). Los clientes cada día tienen más información sobre los distintos tipos de movilidad sostenible y ya valoran como una opción válida este tipo de vehículos, y aunque todavía queda mucho camino por recorrer, la industria del automóvil avanza rápido y de forma decidida hacia vehículos con menos emisiones. En los próximos años se producirá una rápida evolución hacia este tipo de vehículos por tres motivos: la ayuda e impulso de los gobiernos por los vehículos bajos en emisiones, la apuesta de los fabricantes con la salida al mercado de multitud de nuevos modelos y la mejora de los tres principales hándicaps de estos vehículos (autonomía, precio y red de recarga).

¿Cuál ha sido la evolución de esos coches ‘sostenibles’ en los últimos años?

—Como decíamos anteriormente, el único segmento que ha aguantado el golpe de la COVID-19 han sido los vehículos ‘sostenibles’. En Baleares, mientras que a noviembre del 2019 este tipo de automóvil suponía el 7,99% de las ventas con 2.234 unidades, en este 2020 han supuesto el 16,34% con 2.398 unidades. Mención especial a los vehículos eléctricos puros ya que el año pasado se matricularon a noviembre 245 unidades (un 0,88% del total de ventas) y en este 2020 llevamos 414 (un 2,82% de las ventas totales).

¿En qué año cree que la producción de vehículos eléctricos se equiparará a las ventas de autos convencionales?

—La producción se equiparará en el momento en que crezca la demanda de VE como ya empieza a suceder, esto hará que se produzcan las economías de escala necesarias para seguir abaratando costes de producción y, por extensión, descensos de los precios de estos vehículos. Creemos que esto puede producirse entre en 2025 y 2027. Indiscutiblemente Baleares es un mercado especialmente adecuado para este tipo de vehículos por las reducidas distancias que tenemos en nuestras islas, este factor junto con el impulso de la administración autonómica hará que nuestro mercado sea uno de los primeros en adoptar este cambio de modelo.

A día de hoy España no cuenta con los puntos de carga eléctrica que existen en los países del norte de Europa, ¿la aclimatación a la energía eléctrica se postergará más en este país?

—Efectivamente no somos el país con mayor red de carga de Europa pero se esta trabajando por parte de las eléctricas, empresas privadas y la administración para revertir esta situación. Además de la capilaridad de la red de recarga hay dos factores clave que deben mejorar. En primer lugar, los tiempos de carga de los coches deben ser más cortos, de nada nos sirve tener muchos puntos de carga si en ellos un vehículo debe estar siete horas para cargar la batería; en este sentido, la industria del automóvil está volcada y se están produciendo rápidos avances en baterías que pueden cargar a mayor potencia. En segundo lugar, estas redes de carga deben estar conectadas para poder hacer las reservas oportunas y poder planificar nuestros desplazamientos; además deben estar completamente operativas, hay un amplio margen de mejora en el mantenimiento de estas redes.

¿Cuántos años de energía fósil le quedan a la industria automovilística antes de encaminarse hacia una conversión eléctrica obligada?

—Las distintas autoridades en sus diferentes niveles están marcando objetivos claros en este asunto. Europa por ejemplo fija el fin de la comercialización de vehículos propulsados por energía fósil en el 2050, el Govern de les Illes Balears lo adelanta a 2035, en Reino Unido se habla de hacerlo en el 2030... En cualquier caso está claro que el camino iniciado no tiene vuelta atrás.

El objetivo número 11 de la Agenda 2030 de Naciones Unidas habla de ‘Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles’. En este sentido, los vehículos eléctricos tendrán mucho que decir, ¿cree que gracias a este mercado se podrán alcanzar buenos objetivos?

—Por supuesto, el sector del automóvil está inmerso en una gran transformación y va a aportar soluciones a los problemas actuales de la vida en las ciudades, y no solo lo hará por el cambio de sus motorizaciones a unas eléctricas menos contaminantes, si no que aportará vehículos conectados a estas ciudades, vehículos que compartiremos entre varios ciudadanos, y todo esto culminará con la gran disrupción del sector que será el coche autónomo.

¿Cree que el hecho de que los porcentajes se inviertan -más movilidad eléctrica y menos contaminante-, será un indicativo de mejora de la vida de las ciudades y las personas?

—Uno de los principales problemas de las grandes ciudades es la contaminación, con el VE esto mejorará, aunque no solo el transporte terrestre produce la contaminación, hay que mejorar calderas de calefacción, emisiones de las industrias y del transporte aéreo... Además, debemos ser ambiciosos y conseguir que esta electricidad provenga de energías renovables, ya que de otro modo lo único que estaremos haciendo es trasladar el foco de la contaminación de las ciudades al sitio donde estén las centrales que producen la electricidad con energías fósiles.