Fernando Valladares, en un momento de su intervención. | Jaume Morey

Lleno en el Aljub des Baluard, con las restricciones impuestas por la pandemia, para escuchar la conferencia del doctor en Ciencias Biológicas y profesor de Investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales Fernando Valladares: La COVID-19 remueve el concepto de salud planetaria, un acto organizado por el Club Ultima Hora Valor Medioambiental.

Valladares inició su discurso apelando al optimismo, «pese a los tiempos difíciles que vivimos. No se trata de ser un optimista desinformado ni de ser poco creíbles». A partir de aquí, el biógo enlazó conceptos y datos apabullantes en favor de una conservación medioambiental como la mejor herramienta para garantizar la salud del planeta, incluida la de los seres humanos.

«Hasta ahora, hemos considerado la salud como la preocupación directa por determinadas patologías, pero el medio ambiente está tomando cada vez más importancia. El 80 % de los cánceres infantiles está relacionado con cuestiones ambientales. Como experimento inverso, bebés chinos aumentaron su peso en 24 gramos tras las medidas ambientales aplicadas por el Gobierno de ese país con motivo de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008. Y 4.000 niños niños chinos se han salvado por las primeras medidas contra el coronavirus», explicó Valladares.

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Fernando Valladares y Carme Serra posan en un Aljub repleto de público con las restricciones de asistencia impuestas por el coronavirus.

Hace 5 años, la Fundación Rockefeller y la revista The Lancet promovieron el concepto de salud planetaria, que la ONU recogió en su programa One Health (Una Salud): toda la salud del planeta está integrada. Ante ello, señaló el conferenciante, «hay tres amenazas: las pandemias, la contaminación y el cambio climático. Hay una relación directa entre la biodiversidad amenazada y las pandemias. Y 30.000 españoles mueren cada año por culpa de la contaminación, casi 5 millones en el mundo por la quema de combustibles fósiles. La mayoría de las causas de muerte en el mundo guardan relación con el estado del medio ambiente, por lo que podemos considerar esos fallecimientos como prematuros y evitables. Somos 7.500 millones de personas en el mundo. De la energía que consumimos, el 80 % procede de quemar combustibles fósiles. Todo ello tiene un efecto sobre la atmósfera y, por tanto, sobre nuestra salud. Y luchar contra la contaminación supone el 3,3 % del PIB mundial. La contaminación en Estados Unidos ha aumentado en un 15 % la mortalidad por COVID-19».

En cuanto a la biodiversidad, Valladares indicó que «con la desaparición de especies, 200 cada día, hay más riesgo de enfermar, más allá del romanticismo de proteger el lince, por ejemplo. Las especies cumplen una función y si van desapareciendo, los controles poblacionales entre ellas también desaparecen. Así, se rompen los equilibrios y unas poblaciones se reducen y otras crecen descontroladamente, por lo que también lo hacen sus patógenos. Si conservamos la biodiversidad, hay especies que actúan de barrera contra los virus y, por tanto, hay un menor riesgo de que pasen a los humanos. Ejemplos: la tuberculosos del jabalí está regulada por los lobos, la biodiversidad de aves disminuye la transmisión de virus -por ejemplo, el del Nilo occidental- y anfibios, peces y murciélagos comen larvas y adultos de mosquitos vectores de enfermedades, por lo que ejercen una función protectora fundamental».

La ONU calcula que este año morirán en el mundo 250.000 personas por causas directas del cambio climático y millones lo harán por causas indirectas, con incidencias en las enfermedades respiratorias, cambios en los vectores de enfermedades infecciosas (garrapatas, mosquitos) y afectaciones en la calidad del agua. De esta manera, según Valladares, «en los últimos 40-50 años hemos comprado más papeletas para las pandemias. A más degradación ambiental, más riesgo de enfermedades infecciosas. Es importante no fragmentar los escosistemas para frenar las zoonosis, pues hay otros virus a punto de saltar a los humanos».

Insistiendo en el cambio climático, el doctor destacó que «los eventos extremos se han quintuplicado, según la Organización Meteorológica Mundial, pero los costes de sus efectos se han multiplicado por siete. Por ello, los esfuerzos de mitigación del cambio climático son muy rentables a medio plazo y tienen retorno. Las áreas protegidas nos proporcionan bienestar por valor de mil veces lo que cuestan, por lo que deberían llamarse áreas protectoras. La naturaleza es la mejor inversión. Es mucho más barato conservar la naturaleza que atajar pandemias. Realmente, es algo tan simple como el más vale prevenir de nuestros abuelos».

Finalmente, Valladares consideró que «el actual sistema socioeconómico no funciona, con millones de muertes prematuras y evitables, crisis y conflictos bélicos, y un consumo descontrolado de recursos finitos. El cambio debe ser verde. Es el único viable y no es una cuestión ideológica, sino científica. Si no es así, aceleraremos nuestra extinción».

Tintoré: «Estamos ante un científico optimista»

Joaquim Tintoré, director del SOCIB y profesor de Investigación del Imedea, presentó a Valladares como «un científico muy sólido y reconocido. Es de los que bajan a la arena y demuestran su compromiso con la sociedad, lo que resulta especialmente valioso. Cultiva la excelencia científica, pero también el impacto social del conocimiento. Y es un científico optimista, buscando un camino que la ciencia pueda ofrecer y convencido de que ha llegado el momento de actuar».

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Joaquin Tintoré, director del SOCIB, presentó al conferenciante.