Seguramente, esa influencia cultural del pasado, es la que llevó a apostar por una economía predominantemente de servicios con las ventajas que ello conlleva para un territorio pequeño y frágil. Pues facilita la apertura internacional, creando redes de interconexiones con múltiples países. El intercambio de ideas fruto de una cultura tolerante y abierta permite una especialización ventajosa. Baleares, como otros lugares económicamente exitosos, no sólo genera empresarios de origen local, sino que también atrae a emprendedores de todas las latitudes. La fuerza creativa de esta actitud es comparable a la que existió en Silicon Valley u otros enclaves especializados en un determinado sector puntero.
Las economías de servicios, además, se caracterizan por aprovechar mejor que las industriales las ventajas de la mundialización, pues están más resguardadas ante el fenómeno de la deslocalización. Confluyen muchos intereses, tanto internos como externos, en el mantenimiento y mejora de una actividad necesariamente ligada a un lugar. De hecho, se puede añadir a lo dicho que los servicios gozan de una elevada elasticidad-renta, esto es, son mucho más demandados a medida que la renta per cápita internacional crece, generando, por ello más valor.
La mencionada especialización es pues otra de las grandes fortalezas de la actividad productiva del archipiélago. La diversificación productiva no tiene sentido ni en un territorio pequeño, ni en un mundo altamente conectado. Centrarse en aquello se sabe hacer con más ventaja es clave para mantener elevados niveles de productividad, también para mejorarlos. Lo cual significa también poder segmentar el mercado para atender a diferentes tipos de consumidores con plena satisfacción de todos.
Mucha de aquella antigua impronta cultural continúa, sin embargo, el panorama económico de las islas no está exento de nubarrones. De hecho, tal como muestra la historia, el éxito con frecuencia resulta difícil de administrar. Para empezar muchos de los descendientes de las antiguas generaciones de emprendedores desean perpetuar su posición apelando al poder político en vez de seguir el más duro camino de continuar con el emprendimiento. Lo cual, inexorablemente, desemboca en una actitud contraria a la introducción de innovaciones y mejoras, aunque formalmente se realice el discurso contrario.
Poco a poco, se va extendiendo una preferencia por el statu quo, mientras que el mundo no deja de girar. La economía internacional es una especie de carrera en la cual, si no avanzas a la misma velocidad de los que van en cabeza, te vas quedando atrás. Este fenómeno se aprecia en los rankings comparativos. Perder posiciones en los mismos tiene consecuencias. Tal vez la más grave de todas es la aparición, y avance, del fenómeno de la exclusión social, derivado de la configuración de una sociedad dual. Esto es, una sociedad con amplios estamentos bien situados que conviven con otros sin posibilidad de inserción. El blindaje de los mejor situados, con frecuencia, es una rémora para el resto. Esta es, así mismo, la raíz de crecer más en volumen que en sofisticación. Y, además, de hacerlo de forma no armónica.
En definitiva, podemos concluir que la economía tiene sólidos fundamentos, pero que, sin embargo, ahora le toca administrar el éxito, lo cual constituye en sí mismo el riesgo más evidente. La historia está llena de etapas esplendorosas que decaen fruto de las tendencias auspiciadas por el propio esplendor.