Afrontábamos el inicio del pasado año, con la tercera ola en su culmen, mercados internacionales cerrados, cambios constantes de restricciones y normas y gran incertidumbre pero con todas las esperanzas puestas el vacuna. Fue durante el mes de mayo, cuando remitía la curva de la cuarta ola, la vacunación empezaba a coger ritmo, se moderaban las restricciones, se empezaban a movilizar los elementos de la cadena de valor turístico junto con una demanda deseosa de volver a viajar. A finales de junio principios de julio ya teníamos un 40% de la población vacunada, el ritmo de vacunación nos permitía pensar que podíamos llegar al objetivo inicial del 70% en agosto, modificado posteriormente al 90% por la irrupción de la variedad Delta. Las restricciones empezaban hacer viable el negocio turístico y los mercados internacionales se comenzaban abrir.
Fue en estos meses cuando la demanda explosionó, fundamentalmente de mercado nacional, junto con en menor medida del francés, italiano, alemán superando todas las expectativas que teníamos, a pesar del repunte muy preocupante de casos provocados con motivos de las fiestas de San Juan que hizo que fuésemos portada de telediarios.
En estas circunstancias la temporada en Menorca fue de menos a más. Con un turista distinto, más independiente, muy exigente, que además de exigir y buscar seguridad sanitaria, quería conocer la autenticidad de Menorca recorriendo calas, pueblos, vivir experiencias memorables en momentos y zonas emblemáticas de la isla, degustar nuestra singular gastronomía todo ello con un nivel de gasto elevado exigiendo una calidad adecuada a este. Un turista que se ha alojado en hoteles, apartamentos, villas, hoteles rurales, hostales, pero que también ha habido un elevado número de ellos que se han alojado en oferta no reglada. En fin, creo que este cumple todas las características que exigíamos a lo que popularmente hemos denominada en Menorca “turismo de calidad. Aunque, en mi opinión, un porcentaje de este turismo podemos considerarlo prestado, ya que posiblemente este año con muchos más destinos abiertos y compitiendo de forma muy agresiva por captarlos posiblemente no volverán.

Este “turismo de calidad”, ha tenido un impacto desigual. Por un lado ha habido una mayor distribución del gasto, ha valorizado la autenticidad de Menorca dando salida hasta acabar existencias de la producción local, pero por otro ha acentuado el pico de la temporada alta que han provocado por un lado descontento social, un desajuste entre las necesidades de servicios demandados, la oferta y calidad de los servicios ofrecidos minorando las expectativas que podían tener de Menorca.

Las empresas el año pasado tuvimos que lidiar con esta compleja e incierta situación, adaptando de forma continua nuestras estrategias, presupuestos y organización. Con tendencias que se aceleraron de forma vertiginosa como son la digitalización y la demanda social de ser mucho más sostenibles en el sentido literal de la palabra. Con una administración que podría haber ayudado más, con decisiones cambiantes y a última hora, con un afán por regular y controlar en distintos ámbitos que afectan a las empresas, con unos servicios públicos claves para satisfacer esta nueva demanda que podrían haber sido mucho más eficientes y flexibles, unas compensaciones prometidas (que no ayudas) que llegaron tarde y con una distribución que buscó contentar a todos pero que en mi opinión tendrá un impacto mucho menor del necesario.

En fin, una temporada, la pasada, que ha superado nuestras expectativas iniciales, pero que creo ha sido el inicio de la transformación muy necesaria de nuestra industria turística. Una transformación que nos permita seguir atrayendo y reteniendo este “nuevo turista” que valora lo que es Menorca y que la disfrute todo el año a la vez que gestionamos los picos de demanda en beneficio de todos. Adecuar y flexibilizar nuestras infraestructuras y servicios públicos a las necesidades de esta nueva demanda. Y a la vez que a las empresas ganamos velocidad en la adopción de las tecnologías, valoricemos nuestro capital humano y pongamos en valor lo que nos diferencia como isla para satisfacer y retener este nuevo turista.

Una transformación que es posible si como menorquines tenemos una visión y objetivos compartidos de largo plazo, trabajando todos en positivo con paciencia y perseverancia.l