Cuando pensábamos que al despedir 2021 habíamos superado la mayor crisis de la historia del turismo, provocada por la COVID-19, la industria turística vuelve a contener la respiración ante el impacto que pueda tener una nueva crisis, de tintes aún más trágicos que una pandemia, sobre nuestro maltratado sector: la guerra desatada por la invasión rusa de Ucrania.

Vaya por delante que, aunque todos estamos conmocionados ante la injusticia y crueldad de esta guerra, creemos realmente que su impacto sobre la movilidad turística será temporal, aunque sus efectos económicos, agravando la crisis preexistente de materias primas y los altos costes de la energía, se proyectaran como una nueva “losa” sobre la ya difícil competitividad de nuestras empresas.

Comenzaré recordando que el año 2021 ha sido complejo, irregular, y en cierto modo, un ejercicio “de transición” entre el primer año de pandemia – el terrible 2020- y el inicio de la recuperación, que como ya podemos observar, se ha iniciado con ímpetu en 2022. Pero si hay alguna constante que defina la evolución del sector turístico ante los constantes vaivenes, entre “picos y valles” de los sucesivos brotes y variantes de la pandemia, es sin duda, la “resiliencia”, pues la demanda turística se disparaba, demostrando su fortaleza, de manera inmediata, en cuanto las restricciones a la movilidad se retiraban en algún país o comunidad autónoma.

Y las Balears estuvieron entre las más resilientes: sin ánimo de ser exhaustivo – pues este Anuario contiene ya todos los análisis estadísticos relevantes- en 2021, las Illes Balears recibieron un total de 8,7 millones de visitantes, entre viajeros nacionales (el mercado español es el que más se acercó a las cifras prepandemia) e internacionales, muy constreñidos todavía por las barreras a la movilidad. En nuestras Islas recibimos 6,3 millones de viajeros internacionales, (un 46% de los registrados en 2019 (13,7 millones) mejorando el dato global de España, que recibió en conjunto a 31 millones de viajeros internacionales, un 37% de los más de 83 millones registrados en 2019.

Ya en 2022, y hasta mediados de febrero en que se superó el pico de la última variante Omicron, el turismo siguió lastrado por algunas restricciones internacionales y el miedo residual a viajar, pero como pudo comprobarse en Fitur, la demanda de viajes estaba a punto de despegar, tras dos años de confinamiento y restricciones continuas. Las reservas se multiplicaban semana tras semana, los hoteles preparaban sus aperturas anticipando una Semana Santa extraordinaria, y las previsiones para verano eran también muy positivas, tanto en ocupaciones como en precio. Las estadísticas publicadas por el WTTC (World Travel&Tourism Council) eran contundentes: las reservas de viajes realizadas por los europeos para Semana Santa y verano 2022 superan ya a las de 2021 en un 250% y 80% respectivamente, y los destinos vacacionales españoles se situaban como los más codiciados para los europeos.

El posterior desencadenamiento del conflicto tras la invasión de Ucrania por Rusia volvió a añadir incertidumbre a nuestro sector, poniendo en la balanza, frente a las enormes ganas de viajar acumuladas y a la consideración de España (y de las Baleares en particular) como un destino seguro, factores negativos como la inflación galopante y en especial la de los costes energéticos y su impacto en la pérdida de renta disponible por las familias, que podrían retraer incluso a la resiliente demanda turística. A nuestro favor juegan dos factores: la escasa relevancia del mercado emisor ruso, que ya antes de la pandemia representaba una parte muy pequeña de nuestros visitantes, y la distancia y demás características geopolíticas de las islas, que las convierten una vez más, en un destino “refugio” ante esta crisis.

En el momento de escribir este artículo, y con toda la prudencia que lo aprendido durante los últimos años nos aconseja observar, las previsiones continúan siendo de una positiva Semana Santa y Verano, donde, si bien no se recuperarían a nivel global los niveles de 2019, si se registraría una tarifa media superior al último verano prepandemia. Si el porcentaje de aperturas es un indicador de la actividad, esta Semana Santa nuestra compañía tuvo ya el 88% de sus hoteles abiertos, y en el mes de junio espera llegar al 93%, a excepción de los hoteles de nieve, el hotel de La Palma, y algunos hoteles en reformas.

Más allá de las estadísticas y previsiones, me gustaría introducir la sección de turismo de este Anuario haciendo una reflexión estratégica sobre las nuevas tendencias y el modelo de turismo que necesitan las Illes Balears en el nuevo escenario poscovid, y los pasos que tenemos que dar para implantarlo. Porque durante estos dos años de pandemia el mundo ha evolucionado muchísimo, y también lo ha hecho el sector turístico, en línea con las nuevas realidades y con las exigencias de los viajeros poscovid:

Un turismo más sostenible y socialmente responsable:
La concienciación sobre el cambio climático y sus consecuencias se extiende a todos los ámbitos y agentes del sector: oferta hotelera y extrahotelera destinos y clientes, especialmente en nuestras Islas, un territorio vulnerable y de una inmensa riqueza natural que debemos preservar, fomentando un turismo responsable que, estoy convencido, puede ser además una palanca clave para la recuperación y la generación de beneficios medioambientales, económicos y sociales.

Hoy la sostenibilidad ha dejado de ser una opción para los viajeros globales, que en un 83% priorizan a futuro los viajes sostenibles, de acuerdo con el WTTC.

Un turismo “inteligente” y digital: las nuevas tecnologías nos permiten convertir a nuestros destinos en inteligentes, fomentando entre otras ventajas la mejor planificación de los recursos, la eficiencia energética, y la mejor segmentación de nuestra clientela; en cuanto a las empresas, la transformación digital es clave para la competitividad, no solo a nivel comercial y de distribución sino para mejorar la experiencia del cliente mediante un servicio personalizado, facilitado y optimizado hoy por la tecnología.

Preferencia por los destinos de proximidad y de medio radio: tras muchos meses de restricciones a los viajes internacionales, el retorno de los mismos se está produciendo de manera progresiva, priorizando los viajes domésticos e intraeuropeos, lo cual beneficia a los destinos españoles y especialmente a Balears.

Flexibilidad + seguridad, la nueva receta del éxito: si en 2019 el viajero medio tardaba 3 meses en tomar una decisión sobre sus vacaciones, ahora tarda menos de 4 semanas, y si se añaden factores de incertidumbre como la guerra, estamos seguros de que tendremos una nueva avalancha de reservas de último minuto, como en los últimos años.

Preferencia por el lujo y las categorías superiores: la resiliencia del segmento de lujo se ha acrecentado durante la pandemia, con una fuerte demanda de habitaciones superiores y de lujo que ha permitido una mejora de las tarifas, de modo que el RevPAR (Ingreso Medio por Habitación Disponible) de nuestros hoteles es cada vez más “cualitativo”, es decir, que mejora debido, en mayor medida, al incremento del precio, y no tanto a la ocupación, que todavía no ha recuperado los niveles de 2019. Esta tendencia se alinea con el objetivo de los destinos como Balears de apostar por la calidad y la rentabilidad, en lugar de por la cantidad.

La nueva Ley de Turismo de las Balears debería ayudarnos en esta transformación del modelo turístico de las Islas, y en este sentido, todo el sector da la bienvenida a las medidas para acelerar la transición sostenible y la circularidad en los establecimientos turísticos, como también a la mayor exigencia en las condiciones de trabajo de nuestros empleados, como en el caso de las camareras de piso; pero indudablemente, el sector exigirá también al Govern la coherencia del modelo, con “reglas de juego” y requerimientos homogéneos para los distintos tipos de alojamientos, incluido el alquiler vacacional, que también debe ser sostenible y cumplir con las exigencias sociales y medioambientales.
Y por supuesto, seguimos defendiendo que la colaboración público-privada es la única manera de garantizar el éxito de esta transformación, especialmente después de las dificultades vividas a causa de la pandemia, por lo que le pedimos también un esfuerzo de diálogo y escucha, flexibilidad y apoyo (en forma de ayudas propias y de fondos europeos) para poder acometerla.l