Antich anunció la destitución de los consellers nacionalistas. | Alejandro Sepúlveda

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Hace muchos meses que Francesc Antich se sentía incómodo con sus socios. Antich hizo muchos amagos de romper con UM, pero por una cosa u otra no llegaba a cumplir sus amenazas.

En primer lugar, la situación judicial de Bartomeu Vicens se convirtió en un lastre para el Govern y por eso Antich intentó sin éxito un pacto de Estado con el PP. Después se produjo la ruptura del pacto del Consell de Mallorca, una oportunidad más para acabar su relación con Unió Mallorquina. Pero han sido los casos de corrupción en áreas dirigidas por UM los que han acabado con la paciencia de Antich. Después de denunciar toda una legislatura la corrupción del Govern del PP, Antich no podía aguantar tanta presión. Hacía tiempo que Armengol y Calvo, además de otros dirigentes socialistas, le pedían a Antich contundencia con UM, desmarcarse de los nacionalistas.

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La fianza de Vicens

Los episodios protagonizados por UM se han ido produciendo durante esta legislatura. Primero fue la dimisión forzada de Buils por su propio partido, después de petición de una fianza a Vicens, ex diputado de UM, y más adelante las distintas imputaciones por Can Domenge, la 'operación maquillaje' y ahora la 'operación Voltor', que ha acabado con la detención de dos directores generales y un ex conseller. Durante muchos meses, Antich tenía en su propio Govern a dos consellers imputados -Nadal y Grimalt-, una situación insostenible para un pacto de gobierno que defendía su honradez frente a la corrupción de la pasada legislatura. Sin embargo, Antich asumió el riesgo de pactar con UM a principio de legislatura cuando algunos casos vinculados a los nacionalistas seguían investigándose en los juzgados, como es el caso de Can Domenge. En ese momento, Antich prefirió mirar para otro lado con el único objetivo de evitar que el PP siguiese en el poder.