Josemi, tras la falta que le hizo ver targeta. | Monserrat

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MALLORCA 1
SEVILLA 3

Mallorca: Aouate; Josemi, Ramis, Nunes, Ayoze; Julio Alvarez (Rubén, min. 46), Martí, Mario Suárez (Varela, min. 79), Castro; Borja Valero y Aduriz (Webó, min. 69).
Sevilla: Palop; Fazio, Stankevicius, Dragutinovic, Fernando Navarro; Jesús Navas, Zokora, Duscher (Romaric, min. 73), Diego Capel (Perotti, min. 55); Renato (Luis Fabiano, min 32) y Negredo.
Goles: 1-0, min. 4: Mario Suárez; 1-1, min. 22: Jesús Navas; 1-2, min. 55: Dragutinovic; 1-3, min. 61: Perotti.
Arbitro: Teixeira Vitienes (colegio cántabro). Expulsó con tarjetas rojas directas a Alvaro Negredo e Iván Ramis en los minutos 24 y 46, respectivamente, de la primera parte. Y por doble amonestación a Zokora en el minuto 89. Mostró tarjetas amarillas a Martí, Luis Fabiano y Rubén.


La magia del ONO Estadi caducó anoche entre la alegría sevillista. Once partidos después, el Mallorca volvió a besar la lona de su centro de operaciones y le cedió al conjunto hispalense el asiento que le corresponde en la clasificación. Tras un inicio de partido enorme, los bermellones desaprovecharon la ocasión de seguir creciendo y encadenaron una serie de errores que le devolvieron de forma desgarradora a la tierra. Era el desenlace más lógico, pero puede que también el más doloroso (1-3).
De salida, la batalla por la Champions no defraudó a nadie. Más bien todo lo contrario. Uno y otro subieron al cuadrilátero con la intención de asumir la gestión del juego y tanto Palop como Aouate tuvieron que levantar de inmediato la guardia para evitar que la cita se rompiera a las primeras de cambio. Sin embargo, el gol se mascaba en casi todas las combinaciones. El Mallorca, con un talante muy distinto al que exhibió en su último desplazamiento, escoró su juego hacia las orillas y en una de sus proyecciones encontró la recompensa que andaba buscando. Un centro desde la izquierda descubrió un mal movimiento de la zaga sevillista y Borja, solo en el otro extremo, empezó a diseñar el primer tanto de la noche. El madrileño, lejos de forzar un penalti, esquivó la salida de Palop y apuró al máximo la extensión del campo para asistir a Mario, que solo tuvo que empujar el cuero. Mejor comienzo, imposible.
Con el viento en contra, el Sevilla decidió arremangarse y empezó a justificar todos los quilates que administra en su plantilla. En un par de minutos, los de Jiménez vaciaron el cargador sobre la puerta balear y sólo los puños de Aouate aplazaron la llegada del empate. El israelí, descomunal en ese tramo del encuentro, le robó la cartera a Renato con una estirada prodigiosa que provocó los primeros síntomas de desesperación en las filas andaluzas. El Mallorca, en cambio, tenía muchas dificultades para sacudirse la presión y le costaba cada vez más rebasar la verja del medio campo.
Cuando volvieron a conseguirlo, los bermellones cometieron un error terrible. Palop tiró de catálogo para atajar un cabezazo de Aduriz y catapultó un contragolpe cargado de cianuro. Ni Ayoze ni Aouate supieron leer la jugada y Navas se coló entre ambos para empatar a puerta vacía e inaugurar otro partido.
El Mallorca, pese a todo, volvió a levantarse enseguida. Y casi sin pretenderlo. Teixeira mandó a la ducha a Negredo después de que el vallecano cazara por detrás a Martí y dejó desnudo al Sevilla. Aún así, su técnico reaccionó rápido y soltó en la arena a Luis Fabiano para recuperar una referencia ofensiva. Por entonces, el partido ya se había desprendido de esa electricidad que le distinguía en un principio y aunque el marcador seguía transpirando equilibrio, el Mallorca mantenía un par de cuerpos de ventaja. Sólo había que aprender a manejarlos.
Con el descanso a la vuelta de la esquina y el público desenvolviendo los bocadillos, los isleños se metieron en un camino sin retorno. Ramis, sin tener en cuenta el criterio que había aplicado el árbitro para expulsar a Negredo, arrolló por la espalda a Zokora en una jugada sin ningún tipo de peligro. Incomprensiblemente, el de sa Pobla dejaba a su equipo a la misma altura que el Sevilla y lo hacía en momento clave, casi definitivo.
Después del descanso, el Mallorca se reincorporó al encuentro sabiendo que había malgastado su mejor bala. Manzano rellenó el agujero de la defensa con la entrada de Rubén, pero el Sevilla estaba en llamas y empezó a atacar con violencia para amarrar completamente el partido. Y no sólo lo consiguió, sino que lo hizo mucho antes de lo previsto. Dragutinovic se acercó hasta la parcela isleña para botar un falta muy alejada de la zona de conflicto y aunque todo Son Moix esperaba un centro, el serbio sorprendió a Aouate desde la lejanía. El golpe fue tan duro que, en ese mismo instante, el Mallorca murió por aplastamiento.
Los bermellones tenían tiempo para buscar la igualada, pero parecía más que evidente que el Sevilla lo tenía todo atado. Sólo la propia inercia del choque ofrecía alguna esperanza para los insulares, que se liaron la manta a la cabeza para meterle presión. Sin embargo, eso únicamente aceleró su proceso de descomposición y Perotti bajó la persiana a falta de media de hora. El resto del partido, incluido algún cambio incomprensible de Manzano, estaba de sobra.