La última interrupción del campeonato le ha provocado otro corte de digestión al Mallorca. El equipo de Jagoba Arrasate, que el pasado 15 de marzo se adentraba en el parón de selecciones con una sonrisa de oreja a oreja y el sol dándole en la cara, ha cerrado los ojos y no ha vuelto a encender el motor desde entonces. Aquel día los baleares derrotaban al Espanyol con mucho sufrimiento (2-1), encadenaban seis jornadas sin perder y se instalaban en la séptima posición de la Liga. Hoy, tras dos dolorosas derrotas que han afeado mucho su imagen y han puesto en evidencia la falta de profundidad de la plantilla, permanecen estancados en los 40 puntos y han caído a la mitad de la tabla, ya por detrás de Celta, Real Sociedad y Rayo Vallecano.
Sin esperarlo, el Mallorca ha vuelto a principios de enero. El conjunto bermellón despachó el 2024 y la primera vuelta por todo lo alto y cuando volvió a la actividad parecía un equipo distinto. Ni la Copa, ni la Supercopa ni la propia Liga le devolvieron el pulso a una formación que enganchó cinco derrotas y tardó casi un mes y medio en reaccionar. Una depresión que parecía superada pero que ahora, más por las sensaciones que por los números, vuelve a planear sobre el vestuario.
El parón ya se notó en Mestalla, donde el Mallorca tuvo que prescindir de inicio de cuatro de los cinco internacionales que habían acudido a la llamada de su país. Johan Mojica, con molestias, era suplente tras dos partidos completos con Colombia y un largo viaje de vuelta, igual que Omar Mascarell; Muriqi y Larin ni siquiera viajaban a Valencia. El equipo mantenía el tipo pero se desarmaba con un gol de Diego López y volvía a perder dos meses después un encuentro que podría haber empatado,
El encuentro del sábado frente al Celta sí que deja un poso preocupante. El Mallorca, acostumbrado a puntuar siempre que se avanzaba en el marcador, se dejaba remontar por primera vez en lo que va de temporada y proyectaba una imagen muy pobre después del descanso al ser atropellado por un rival directo. Lo que parecía una jornada para despegar terminaba en una escalofriante pesadilla. Con el público abandonando las gradas antes de tiempo y el equipo desfigurado.
Además del dolor por el resultado Jagoba Arrasate tiene que lidiar con las estrecheces de una plantilla que ahora mismo se encuentra sujeta por alfileres. El técnico de Berriatua, sin Robert Navarro desde principios de marzo, perdía contra el Celta a Muriqi, Morlanes y Asano. Tres jugadores en posiciones estratégicas que apenas cuentan con relevos de garantías dentro del grupo, algo que ya se sabía y que quedó ratificado en la segunda mitad del partido de este sábado. La segunda unidad, mucho más reivindicativa que efectiva, no funciona. O no existe, directamente. De hecho, en las últimas jornadas es bastante habitual que el técnico ni siquiera agote los cambios que tiene disponibles.
Ahora la gran preocupación está en la gravedad de esas molestias físicas que han sacudido al conjunto bermellón. Inquieta, sobre todo, el estado de Muriqi, que es otra de las consecuencias del parón. El kosovar recaía de las molestias que le impidieron estar en Valencia y si su baja se prolonga demasiado en el tiempo el Mallorca va a tener un serio problema. Ni Cyle Larin ni Abdón pasan por su mejor momento y el escalón entre la titularidad y el banquillo es muy pronunciado. Demasiado.
El próximo fin de semana el Mallorca tendrá otra oportunidad para seguir subido al tren europeo. Visita Anoeta para enfrentarse a una Real Sociedad que ya le ha pasado por la derecha. La victoria, y puede que el empate, mantendrían la hoguera de la esperanza encendida. La derrota, en cambio, dejaría a los rojinegros en tierra de nadie a falta de siete jornadas.
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